Tengo la hoguera asegurada, entre algunas y algunas, por las líneas que siguen. Con franqueza espero, no obstante, que motivado a esas mismas líneas surja alguien a impedir que el fuego me consuma. Trataré el asunto de la gasolina. Mejor dicho: a la picazón brotada entre revolucionarios y revolucionarias por este inflamable asunto.
Me costaba creer lo que leía en redes digitales y en otros medios de comunicación, usualmente visitados por aliados y aliadas a nuestra causa. ¿Será porque no soy propietario de vehículo alguno, que evaluaba con sangre fría cuanto ocurría en las estaciones de servicio desde el lunes 1ro de junio cuando comenzó el proceso para distribuir combustible a escala nacional después de dos meses de inercia generada por el sabotaje gringo?
La agonía que me asaltó estuvo curtida de la misma incredulidad que me impregnó cuando -igualmente desde nuestra acera-, evaluaron el polvero que dejó DirecTV, así como cuando condenaron la repatriación de connacionales que huyendo del coronavirus, regresaban a reincorporarse entre nosotras y nosotros.
Si hoy, ellas y ellos leyeran sus textos de la semana pasada a la luz de cuanto vomitaban en esos mismos espacios quienes (desde la derecha) quieren colgar a Nicolás Maduro de un poste público, posiblemente no sabrían distinguir cual es cual: todos, absolutamente todos, parecen copiados con la misma pluma.
¿Qué hay tracaleros en las “bombas”?: es verdad. ¿Qué se valen del momento para obtener unos miserables, sucios y zarrapastrosos ingresos?: es verdad. ¿Qué se la tiran de “expertos” en el engaño diciendo que “ya se acabó la gasolina subsidiada y solo me queda la internacional”?: también es verdad. Todo eso, y más, es verdad. Ah, ¿Qué debemos extirpar ese cáncer maldito?: también es verdad.
Pero ¿acaso no es verdad también que como pueblo hemos padecido situaciones como esa y peores que esa, enfrentadas por el “ejecutable” en el poste público, con éxito? ¿Es que ya olvidamos que en 2016 tuvimos que danzar en el límite del hambre y el desespero, hasta que el “ejecutable” ideó las cajas Clap y acabó con la guachafita? ¿Ya se nos olvidó que un año después la guerra civil mostró sus nalgas ante nuestras narices en medio de las barricadas que costaron más de 170 vidas y decenas de quemados vivos, hasta que ¡oh milagro! el “ejecutable” desenfundó la Constitución y convocó a elecciones para la ANC y mandó a parar? ¿Es necesario un recuento completo de las victorias obtenidas, repito, ante escenarios infinitamente más complejos que la de un tanque de gasolina, enfrentadas por el “ejecutable” con éxito congelante de la sonrisa imperial?
Mejor busquen la hoguera y métanme en ella, porque sus posturas me han decepcionado. Lo digo y lo escribo por la calle del medio. Parecen no confiar en el líder (sí, el “ejecutable”), tampoco en la Revolución y peor aún: parece que no saben que estamos en guerra y que una conflagración está diseñada para causar esas vainas y muchas otras. ¿O será que algunas y algunos de ellos integran el grupo que siempre negó la existencia de una guerra en todos sus órdenes: económica, mediática, financiera, cultural, etc, y ahora les sale del alma volátil que en el Gobierno lo que hay es puros incapaces, ladrones y traidores?
Redacto hoy martes 09 de junio. Leo en diferentes espacios que la dinámica para surtir de combustible el carro, ha mejorado en gran medida. Que dista mucho del martes de la semana pasada, ¡y no decir del día anterior! ¿Acaso no ocurre exactamente esta berraquera cuando nos privan del arroz, el azúcar, la harina, y luego aparecen el arroz, el azúcar y la harina hasta que todo se estabiliza? ¿alguien pensó que ahora sería diferente? ¿en serio? ¿por qué? ¿en qué parte de la estratósfera estaban y siguen estando?
Con el candelero que ya me llega a la cintura, hago un llamado, con la claridad de que no soy quien para ello: vamos a revisarnos. Es tiempo de aplicar desinfectante a las dudas y a la sospecha. La crítica es sana, muy sana, cuando se plantea con seriedad y responsabilidad. Pero es dañina, muy dañina, cuando se lanza cual excremento sobre el jardín que florece en medio de un charco que se resiste a transformar su espacio.
Actitudes como las señaladas me hacen recordar la expresión de los extremos que se tocan. De eso hay que cuidarse. Hasta por inocencia, se sirve a los intereses del enemigo en detrimento de los propios. De los nuestros.
Suficiente tenemos con quienes desde ángulos privilegiados pisotearon la confianza que antes ofreció el Comandante Hugo Chávez y ahora otorga Nicolás Maduro para sembrar incertidumbres en las bases de nuestros espacios ideológicos. Tengamos eso presente.
¡Chávez vive…la lucha sigue!