El primero de enero el Papa Francisco pidió perdón, públicamente, durante la misa con la que inauguró el Año Nuevo. El argentino se arrepentía así de un acto que, horas antes, había protagonizado junto a una feligresa que bruscamente lo había atraído hacia ella. El episodio fue conocido por el mundo entero gracias a un video que captó el instante acontecido en la plaza San Pedro.
La sinceridad de su gesto fue de tal magnitud, que este inicial acto litúrgico de la nueva década estuvo dedicado –en justicia-, a las mujeres. Como una profanación de Dios, consideró la violencia hacia ellas.
Observando esto, y obviamente guardando las diferencias con mucho respeto por su Santidad, me dejo vencer por la tentación de preguntarme por qué algunos –sin mayor dificultad-, reconocen sus errores mientras que otros no lo hacen, sino que por el contrario persisten (hasta con cierto morbo, me atrevería a sostener), en profundizar lo que en buen criollo llamamos las metidas de pata.
En este sentido, el caso de Juan Guaidó es patético, reprochable y hasta inquietante. A estas alturas, todas y todos sabemos que el gran carajo se autoproclamó de alguna vaina por segundo año consecutivo. Es decir, por segundo enero seguido violó la Constitución, ahora diciendo que se mantiene como presidente de la Asamblea Nacional en desacato cuando el país (y el mundo entero, como en el caso de Francisco), observaron video de por medio (y también en vivo y en directo) que fue Luis Parra el electo a ese cargo por decisión de la mayoría presente durante la sesión del domingo cinco en el Parlamento.
Caramba, y aquí vienen mis reflexiones, si alguien de la estatura moral del Papa (estemos o no de acuerdo con sus postulados), es capaz de fijar una posición como la que le vimos, ¿cómo un tarajallo que se pela las nalgas públicamente no tiene las mismas agallas para proceder de forma similar?
A este traidor (lo es) a la Patria no le alcanzará la vida para pedir perdón al pueblo por los males que le ha causado y que, por lo visto, le seguirá causando, pero al menos por hipocresía debería recoger la cuerda y simular que lo hace. De esa forma, su camino al purgatorio, donde tiene cupo seguro, se hará menos vidrioso.
¡Chávez vive…la lucha sigue!