Cuando hace 52 años, en Bolivia, Che Guevara fue capturado en la quebrada de Yuro, ensangrentado y mal herido, ya llevaba en medio de su pecho inscrita la información de que a quien asesinaban, el 9 de octubre de 1967, era al Guerrillero Heroico.
Uno más entre las y los millones de combatientes que han puesto el pecho desde hace más de 500 años, para denunciar el genocidio generado y desplegado hasta el presente, por la conquista, colonización europea y sus consecuencias de dominación imperial supremacista, bajo el sistema de explotación capitalista.
El pecho desnudo, al menos en mujeres y hombres que vivían en armonía e igualdad, entre sí y con el resto de la naturaleza en Abyayala, antes de la llegada del invasor, habla de una comunicación sincera y directa.
Pero el medio del pecho dejó de ser medio de comunicación, para enajenarse entre los mismos individuos que terminaron aceptando una cosificación o mercantilización del mismo. Y, en la lucha de clases, esos mismos pechos debieron convertirse en escudos de rebeldía para el combate directo, para desafiar las balas asesinas del opresor -como en el citado caso de Che ante sus verdugos- o (disculpénseme las distancias comparativas que hago en este afán por reivindicar algunos símbolos históricos de lucha) como el reciente de la cantante chilena Mon Laferte quien puso el medio de su pecho como medio desnudo y contundente para denunciar los crímenes fascistas, el genocidio, la muerte planificada, las violaciones y torturas actuales en Chile por decisión del FMI, del BM, del Pentágono y la tarifada ejecución del terror, confiada al Presidente Sebastián Piñera.
Mon Laferte es una vanguardista cantante chilena de pop-rock, que acaba de ser reconocida con un premio internacional por su más reciente producción discográfica, en el acto de entrega de los galardones Grammy, mostró su pecho ante el público presente y también al que seguía por televisión o internet la transmisión en vivo. En el mismo había escrito una consigna de rechazo al genocidio instaurado en su país por el presidente Sebastián Piñera, quien sigue órdenes del Pentágono, de la CIA y de sus máximos jefes que -desde 1973, luego del exitoso asalto al Palacio presidencial de La Moneda y el asesinato del compañero presidente Salvador Allende, junto a miles de chilenos- han impuesto hasta hoy, la dictadura de hambre diseñada y aplicada por el FMI y el Banco Mundial.
Para el dominio capitalista y su hegemonía moralista, el valiente acto de Mon Laferte debía ser banalizado de inmediato a fin de borrar el contundente mensaje de denuncia que exhibía su pecho en contra de la represión, las violaciones, la muerte y la tortura que aplica Sebastián Piñera en su defensa a los amos del mundo y del Club Bilderberg que lo tutorea.
Pero hay un detalle que le añade gravedad a este drama al que nos referimos. La mediática enemiga hace lo suyo, para mantener su rol hegemónico y los «valores» capitalistas. Muchos «izquierdistas», «revolucionarios» y hasta «chavistas» se escandalizan y condenan el «feo» e «inmoral» acto de Laferte en vez de aplaudir su valentía, su esencia en la denuncia y la condena al genocidio que padece hoy el pueblo chileno.
Peor aún, algunos ingenuos o sumisos venezolanos se ha ocupado de sustituir el hermoso, valiente y digno rostro de Mon Laferte por uno del apátrida autoproclamado Guaidó y cambiar el letrero original de denuncia y condena contra Piñera y el FMI, por uno que banaliza a la mujer, a su valentía y a su digno pecho desnudo.
Nos han dominado más por la ignorancia que por las armas, decía nuestro Libertador Simón Bolívar. De esa ignorancia y esa sumisión a la hegemonía colonizadora y capitalista, es de donde brotan esos mensajes que hacen un flaco servicio a las revoluciones, al tiempo que fortalecen la dominante ideología.
De algo estamos seguros. Seguirán brotando pueblos y pechos como medios y el medio del pecho como resistencia y conciencia de que avanzamos hacia la independencia definitiva y la Patria socialista.
Ilustración: Xulio Formoso