Si mi memoria no me falla, la última vez que Juan Guaidó (conocido como Leandro en los bajos fondos de la conspiración antivenezolana), asumió la responsabilidad de algún acto suyo, fue cuando se peló las nalgas en plena vía pública en medio de una dizque protesta sifrinoide, imitadora del peor estilo de las primaveras árabes.
Y lo hizo porque no tuvo otro remedio: sus posaderas y de las sus colegas de nudismo cuatripateado dieron la vuelta al mundo. La web y los medios impresos, aún conservan aquellas imágenes.
El recordatorio viene a propósito del extraño caso en el que Leandro, usando la cuenta @juanguaido dice asumir (vaya vaya) clara y sin temor a malas lecturas, la responsabilidad por algo. Sucedió el pasado 7 de julio. Anotemos la fecha.
“Asumo mi responsabilidad en las acciones que vamos a liderar”, reza parte del texto de ese día, cuando los partes de prensa del momento relacionaron esta posición con su convocatoria al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, comúnmente conocido como TIAR.
Como lo sabe el país entero, Venezuela no puede invocar dicho tratado porque dejó de ser parte del mismo en 2012. Pero hay algo más: en caso de no haber ocurrido esto, no es Guaidó precisamente el indicado para solicitarlo. La razón es sencilla: él, afortunadamente, no es Venezuela.
Como quiera que sea, celebro su arranque de esta ocasión. En teoría, aunque con los golpistas las aseveraciones son relativas, quien el 30 de abril fracasó durante el golpe de Estado desde el Distribuidor Altamira debería responder ante la ley en caso de que algo parecido al TIAR impulsado por él agudice la ya menguada situación del pueblo venezolano, víctima de sus imperdonables (de las de Guaidó) acciones apátridas postrado ante el imperio y siguiendo órdenes de éste.
Ejemplarizante sería, asimismo, que asumiera las consecuencias legales de haber violado la prohibición de salida del país en febrero de este año; el haber intentado introducir camiones cargados con insumos para guarimberos, bajo el pretexto de ayuda humanitaria; el haber facilitado la fuga de Leopoldo López; el haberse autoproclamado presidente de la República (cosa hasta de la que Vladimir Putin fabricó un chiste); de haber promovido embajadores sin ton ni son: de haber avalado magistrados en el exterior, y hasta de ser el culpable de la decepción de quienes alguna vez de forma ilusa creyeron en él.
¿Es mucho soñar? Seguramente. Asumo mi responsabilidad ante tal fantasía.
¡Chávez vive…la lucha sigue!