En La misma sangre no es tan fácil determinar a los culpables
La película protagonizada por Oscar Martínez (El ciudadano ilustre, Relatos Salvajes) engancha. Desde el primer minuto nos obliga a perdernos en los vericuetos de una trama que oculta su verdadero sentido y deja preguntas en el aire desde el inicio. Preguntas que si eres perspicaz podrás responderte al final. Su guion va de sorpresa en sorpresa, lo que se agradece.
El thriller cuando es bueno tiene esa responsabilidad: sorprender. Debe permitirnos abrir la boca cada cierto tiempo y si es posible también gritar de vez en cuando. Al ver La misma sangre me pasó, sobre todo al final.
Dirigida por Miguel Cohan (Sin retorno 2010), esta cinta recién estrenada en Netflix, te permite dudar sobre las responsabilidades de los personajes. Dudas que no duran tanto porque pronto comienzas a comprender aunque hasta el final convives con la incertidumbre. Precisamente esa tensión que nos genera es lo mejor de la película.
El ambiente enrarecido en el que vive una familia que oculta más de lo que podemos imaginar es el caldo de cultivo perfecto para una historia muy realista sobre dos de las miserias humanas más comunes: los celos y el despecho.
Dicen que existen tres motivos para matar: el primero es el amor, el segundo el dinero y el tercero la venganza. En esta película hay un cóctel que dispara las emociones en torno a esos tres elementos. La falta de amor, la necesidad de dinero y las ganas (escondidas) de venganza permiten que los personajes lleguen hasta donde se supone no deberían.
La narración bajo dos puntos de vista describe los acontecimientos y nos sitúa en dos lados de la realidad que se fusionan en un relato coherente.
Esta ficción sobre una familia disfuncional es también una cinta policial sin policías, sin agentes externos involucrados en el drama familiar. No obstante, si hay pesquisa e investigadores.
En La misma sangre no es tan fácil determinar a los culpables. En la película la responsabilidad de los personajes no necesariamente puede apreciarse por lo que han hecho. Más bien podría definirse por lo que dejan de hacer. Como en Corazón tan blanco (1992) la novela de Javier Marías, en este largometraje no solamente se puede ser responsable de la muerte de otro por haber detonado un arma. No solo eres asesino por matar con las propias manos. Hay formas más sutiles de hacerlo.
De esas formas más sutiles, de esas muertes con participación indirecta nos habla esta cinta que no es solamente un thriller emocionante, también es un drama muy bien construido capaz de sugerirte mucho más de lo que expone.
El director de Sin retorno, otro thriller demoledor de principio a fin, logra otra vez asomarnos a las perversidades humanas para percibir su olor fétido. Un aroma que se queda contigo cuando la película llega a su fin.
De lo mejor que he visto este mes. La recomiendo con el corazón.
La cinta cuenta también con las actuaciones de Paulina García, Diego Velázquez (quien brinda una actuación muy convincente, son un espectáculo sus miradas) y Dolores Fonzi. Un gran elenco para una película poderosa.
@luisauguetol