Estaba sentado frente a mi madre a finales de diciembre de 2014. Ella escogía unos granos en la mesa y yo cargaba a mi sobrina, de apenas algunos meses, que caía espléndida en el sueño. La decisión de hablar con aquella mujer de coraza surgió ese mismo día. Aunque había pensado sobre el asunto desde hace algún tiempo, ni siquiera yo me lo esperaba: la levedad y el peso.
Interna y externamente me sentía agotado de tener aquello que muchos llaman doble vida. Yo había querido, amado y disfrutado con otros hombres a escondidas y no quería seguir viviendo al margen de los comentarios de los demás ni siquiera los de mi madre o el resto de mi familia.
En ese momento transitorio (dejar de ser el hijo hetero) pensaba que me quitaría el peso de no vivir mi vida con tranquilidad, confianza y la felicidad plena lejos de los límites y el miedo de que ella se enterara por cualquier otra vía de mi homosexualidad.
En ningún momento sentí la obligación de hacerlo, pero fue una decisión que tomé porque quería comenzar a vivir en la levedad. Antes de que me sentara frente a ella entendí que todo podía ocurrir, que nada estaba seguro y que las posibilidades de que digiriera mis palabras se dividían en un cincuenta por ciento positivo y un cincuenta por ciento negativo.
Después de aquel diálogo que hizo que tanto la mujer coraza y yo, también coraza, nos vaciáramos por el llanto comencé a sentir otro tipo de peso: el que ella no me hablara y todas las consecuencias que se desencadenaron desde ese día. Quiero explicar mejor: me quité el peso de que mi familia no supiera de mi homosexualidad –en otros casos confirmé que era homosexual- para asumir el nuevo peso de la fractura que hubo en mi hogar, de no hablar más con mi madre y de soportar un sinfín de comentarios, malas caras y cosas humillantes que incluso hasta ahora he soportado.
Dice el autor Milan Kundera en su novela La insoportable levedad de ser que cuanto más pesada es la carga más al ras de la tierra estará nuestra vida y más real y verdadera será. Agrega que el hombre nunca puede saber qué debe querer porque vive solo una vida y no tiene forma de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla. “El primer ensayo para vivir es ya la vida misma”, afirma.
Expongo una experiencia sumamente personal, aunque ya había hablado de ella en momentos anteriores, para referir una serie de indecisiones que nos acompañan en casos muy comunes de nuestras vidas y que muchas veces no logramos entender ni sabemos cómo actuar para enfrentarlos.
Sucede que cuando estamos solos sentimos la necesidad de querer estar acompañados, de que nos abracen y compartir momentos agradables con alguien en específico o varias personas, pero cuando eso sucede, cuando finalmente se nos da, cuando hay una persona o varias que quieren estar a nuestro lado, inesperadamente toda esa querencia que teníamos se va.
Aquí surge eso de que el ser humano es inconforme, ¡y con cuánta razón! El libro de Kundera es una historia más de amor que de sexo, pero también de traición, aceptación y soledad; en esta obra el autor refleja en gran parte lo que les he comentado, centrado en una metáfora: el amor había llegado a Tomás como un niño al que alguien dejó que se fuera río abajo en un cesto para que él, en la orilla de su cama, lo rescatara.
“El amor no se manifiesta en el deseo acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)”.
Por supuesto que Tomás era un hombre acostumbrado a tener una vida lejos de las responsabilidades y esa metáfora surgió luego de que se quedara con una mujer a la que le dio fiebre después de hacer el amor. Teresa se había enfermado y Tomás sintió la necesidad de querer cuidarla, y esa sensación hizo que también tuviera miedo de que después ella le ofreciera su vida entera.
“Teresa llegó un día a su lado sin que él la hubiera invitado. Otro día, del mismo modo, se fue. Llegó con una pesada maleta. Con una pesada maleta se fue”. En el transcurso de la historia ocurren situaciones en las que el protagonista vuelve, tras intentar una vida en pareja, a querer estar con más mujeres sin dar explicaciones, sin fingir ni ocultar las cosas y sin demostrar de forma ininterrumpida su amor por Teresa.
Después de que Teresa decidió irse, Tomás salió a tomar unos tragos con una enorme tranquilidad, paseó las calles con una melancolía que cada vez se hacía más hermosa, le gustaba sentirse así, le agradaba que Teresa agarrara sus maletas y se fuera de su vida. Estar con ella era como tener una bola de hierro atada al tobillo, y ahora su paso era más ligero. Casi podía sentir que flotaba.
Pero después aquella plenitud se desvaneció: el recuerdo de Teresa interrumpió en su mente y cayó sobre él un peso que hasta ese momento desconocía. Kundera resalta: todo lo que tiene peso, vale. Luego él la buscó y tenía inmensas ganas de abrazarla, pero cuando finalmente volvió a encontrarse con ella y la tuvo frente a él, se esfumaron todas las ganas que había sentido.
Además de la pequeña referencia que hago sobre esta historia, surge una introspección que te lleva a analizar cómo actuamos los seres humanos y cómo algo que necesitamos y que queremos se convierte, de un momento a otro, en intranquilidad, asfixia y en estorbo.
Parecemos inestables e inseguros, pero en alguna parte de nuestra vida todos atravesamos por situaciones en las que no tenemos ni la más remota idea de cómo tomar una decisión ni sabemos qué es lo que realmente queremos, qué es lo que nos hace falta y por qué –o por quién- queremos arriesgarnos. Eso solo por el simple hecho de ser humanos y de, precisamente, no haber ensayado en vidas anteriores.
Por mi parte, continúo con el peso de haber conversado sobre mi sexualidad con mi madre, solo eso es el peso. De resto, siento la levedad de que no tengo motivos para sentir miedo ni la necesidad de ocultar las cosas que me gustan y que me atraen. Aquello que se nos hace una carga influye directamente en todas las cosas que hagamos en nuestro día a día, he podido comprobarlo, pero está la posibilidad de continuar y buscar las formas que hacer que ese peso, con el tiempo y a medida de lo posible, pierda valor.
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