En el artículo anterior hablamos un poco sobre responsabilidad, goce y placer de la cuerpa de una y lo que implica tener sanas y esperadas menstruaciones. Me alegra saber que el artículo resonó positivamente y recibí comentarios respecto a la posibilidad de menstruar 13 veces (ver 13 lunas) en vez de 12.
L recordaba que el ciclo menstrual femenino es también una medida de tiempo así como lo es el ciclo lunar. La cosa es que el calendario occidental gregoriano invisibilizó todas las prácticas que nuestras sabias ancestras venían haciendo por años no sólo para medir el tiempo a través de sus cuerpos, sino para cuidarlos con goce y responsabilidad.
En este sentido me parece sumamente importante que nosotras desde nuestros cortitos o pequeños espacios sigamos armando trincheras donde no sólo nos escuchamos y leemos sino que nos compartimos las vivencias propias. La voz de la otra hermana es sabiduría, acompañamiento y apoyo y juntas podemos lograr una gran red de apoyo-escucha.
Me parece que cosas como el telar de los sueños y la sobre jipización de los encuentros sanadores han hecho suficiente mella como para corromper este tipo de temas. Seguramente quien lea se sienta incómoda y piense “otra femijipi más, no quiero compartir mi regla con nadie”.
Lo chimbo acá es que nos han convencido a todas las mujeres que la regla, el placer y el cuido son tabú. Son vainas que nadie tiene por qué estar hablando ni compartiendo porque al fin y al cabo son “privadas”. Eso, queridas, es vergüenza. Nos mueve la pena, la culpa y el miedo a todo lo que no estamos acostumbradas a ver, incluso nuestro propio cuerpo. Como si no fuese nuestro, como si lo hubiésemos alquilado y lo tuviésemos que mantener limpiecito pa que nos devuelvan el 100% del depósito.
Qué triste, ¿no? La verdad es que el cuido del cuerpo y la emancipación de la pena y el miedo es empoderamiento, pero para llegar al empoderamiento hay que hacer primero alta chamba de promoción del reconocimiento del cuerpo, del respeto absoluto y del amor por él. Pasar de odiar la regla a cuidar y preparar el cuerpo para el momento de menstruar no es cosa fácil, y menos en espacios donde la sangre menstrual es considerada desperdicio o basura. Nos han enseñado a sentir asco de nosotras mismas y a actuar en consecuencia.
No creo que estemos promoviendo que hagan conjuros con la sangre menstrual o hagan un ritual de sacrificio, no. Es más bien la posibilidad de empezar otra relación el cuerpo, una que lo atiende, lo escucha y lo protege por sobre todas las cosas.
Ahora, esos procesos son largos, complejos y allí sí, sumamente personales, individuales pero no necesariamente “privados”. La privacía es el argumento pendejo que el patriarco machismo inventó pa’ que las mujeres nos guardáramos en las casas, calladitas y sumisitas. Yo no sé ustedes pero a mi me parece que una mujer con lengua, coco y corazón propios es que jode hermosa, que jode fuerte y que jode valiente. Y esa mujer no nace, esa mujer se convierte en ella misma. Citen a la Simone si quieren.
Volviendo a lo del proceso del cuido y del respeto del cuido, sí. Insisto, es alta chamba y lleva mucho tiempo. Y de querer entrompar ese camino, que lo promuevo y apoyo totalmente, sólo una sabe lo que puede y lo que no y lo que quiere y lo que no. La construcción de lazos afectivos de confianza, compañía y acompañamiento son fundamentales en esto, así como lo son en el camino de vida que tomemos.
Las respuestas no están en Google y nadie tiene un manual última edición pa resolver el peo del miedo, la vergüenza y la culpa. Me parece que un paso positivo hacia ese cambio son las meras ganas de hacerlo. Porai leí el otro día un meme (veo demasiados memes y me encanta venir a escribirlos acá) que decía que si a una mujer se le metía una idea en la cabeza era más fácil cortarle la cabeza que sacarle la idea. Me dio risa, primero porque qué cuchi el machismo y segundo porque puesto sobre otro contexto, como este por ejemplo, resulta ser verdad. Me sentí regocijada en la fuerza y la fiereza con la que somos capaces de hacer las cosas las mujeres una vez que se nos ocurren. Esa idea se traduce en energía movilizadora, de empuje y de acción.
Así que hoy, con orgullo y alegría, yo les invito a que entrompemos ese caminito de cuido y protección a la cuerpa nuestra, que es regalo y responsabilidad en vida y que nos va acompañar hasta que ella misma decida no estar más. Sembrar tierra fértil pa’ cosechar vida desde unas manos amorosas y un corazón fuerte que sostiene una cabeza, una columna y unas piernas pa’ resistir lo que venga y avanzar desde allí.