“París despertó entre un clamor de gritos
de «Vive la Commune!»
¿Qué es la Comuna,
esa esfinge que tanto atormenta los espíritus burgueses?”
Carlos Marx.
La Guerra Civil en Francia. 1871
Hay quienes sostienen que la derrota actual de cualquier insurrección se debe al poderío imperial de las tecnologías. Con la entrada en la minuciosidad de las comunicaciones satelitales, cada subversivo, cada guerrillero es perfectamente localizable y, por tanto, exterminable. Esto para nada atormenta ni ahuyenta a la clase proletaria en su convicción revolucionaria de vencer.
Cuando la historia se revisa en el mismo instante en que ella está alumbrando hechos, la cercanía de estos acorta también la vista, la reflexión y –peor aún- el carácter de totalidad que debe quedar expresado en ellos. No es igual leer las primeras revueltas parisinas en 1871 que leer el concepto de Comuna que de allí se deriva y que enarbolan hoy los comunistas del mundo como germen organizativo de la sociedad nueva, la de las y los iguales, guiados por una producción “según sus capacidades” y una distribución y consumo “según sus necesidades”.
Es muy pronto todavía para saber a ciencia cierta si el Mayo francés de 1968 fue en esencia una revuelta, dentro de la lucha de clases, que conservaba mucho del carácter proletario y anti-Estado de la Comuna de París o más bien una “rebeldía de pasiones” pequeñoburguesas con motivaciones artísticas, epistemológicas (en el mejor de los casos) y reivindicativas de un incipiente feminismo y lucha por la igualdad de género.
La Comuna de París, esa insurrección que estalló en la madrugada del 18 de marzo de 1871, cuando Adolphe Thiers (rancio defensor del liberalismo y primer presidente de la III República) ordenó retirar los cañones comprados mediante suscripción entre los parisienses y, estos -en fatiga y rebeldía social de clase- obligan a que el gobierno se repliegue en el Palacio de Versalles. Luego el pueblo, en libérrimas elecciones municipales, escoge a un consejo comunal, al que se bautiza como Comuna, en reconocimiento a la antigua forma de gobierno que dirigió París durante la Revolución Francesa de 1789 (Toma mediante de La Bastilla: 14 de Julio “Le jour de gloire est arrivé”).
Al comienzo del invierno de 2018 París ve un florecer amarillo de chalecos en protesta que se levantan contra las medidas neoliberales que el Gobierno de Emmanuel Macron intenta aplicar en detrimento del pueblo y la mayoría de sus capas medias. No es primavera cuando esta aurora nos despierta, mucho menos estamos en 1968, pero a periodistas y revisores se les ocurrió asociar estos hechos con el Mayo francés que hace 50 años gritaba su prohibición de prohibir (“Il est interdit d’interdire”).
París tiene una historia de significación para las luchas del proletariado, aunque nunca haya alcanzado la notoriedad de la Rusia victoriosamente bolchevique en 1917. Las huellas epistemológicas, de pensamiento crítico, de acontecimientos como los derivados de la Guerra Civil de 1871 y su concepto revolucionariamente proletario de la Comuna, sin duda han dado forma a la conciencia de clase de los Pueblos que luchan en el mundo para liberarse de las cadenas con las que les oprime el capitalismo.
Yo no dudo que los imperios le apurarán su ocaso a los chalecos amarillos (sobre todo si pretenden rebelarse, como lo ha anunciado el presidente francés Emmanuel Macron, contra sus amos yanquis administadores de la OTAN). Pero lo que no podrán detener es al motor de la historia: a la lucha de clases que, más temprano que tarde, concederá la victoria a la constancia del proletariado.
Ilustración: Xulio Formoso