Para nadie es un secreto el barranco económico por el que atravesamos en este instante, quienes dependemos exclusivamente de un salario. Al demonio mismo fueron enviados los precios acordados entre el Gobierno nacional y los empresarios, en rubros de primerísima necesidad. “Eso era de esperarse”, me dijo Warao Ildegar. “Siempre lo hacen. ¿Por qué iba a ser diferente?”, agregó. “Claro, pero ahora sí hay una gran diferencia”, le contesté. “La diferencia”, argumenté, “es que ahora esos precios fueron acordados de manera pública y todo el país vio el acto en vivo y directo”.
Le expliqué que el pacto entre las partes quedó plasmado en Gaceta Oficial; que quienes están burlándolo, incrustaron su nombre entre tinta y papel; sus rostros quedaron grabados y fotografiados; que mañana pasado cuando la historia pida rendición de cuentas, no podrán –aunque intenten hacerlo-, afirmar que ellos no sabían nada porque estaban haciendo un mandado, y que después no se valía pedir taima ni botar tierrita.
Me cuento, como millones de compatriotas, entre quienes corren en este último lote. No voy a dar taima a empresario alguno, llámese como se llame y tenga el apellido que tenga. Quien haya incumplido el acuerdo alcanzado con el presidente Nicolás Maduro, que asuma las consecuencias de tal ultraje. Me cuadro con el jefe de Estado, como lo hace el grueso de la población con su decisión: ir de frente “por las malas” (así mismito lo dijo), contra quienes tienen la desfachatez de encarecer los alimentos o peor aún, desaparecerlos. Como reza el refrán, después de ojo sacado no vale Santa Lucía.
Sepa el señor Presidente que los correctivos que aplique -dirigidos a enfrentar esta nueva tentativa golpista-, para labrar el tránsito en pro del objetivo planteado cuando se firmaron los convenios, serán ampliamente suscritos por el pueblo de a pie incluyendo a quienes no comulgan con él. Todas y todos estaremos allí, a su lado, haciendo respetar la ley sin escuchar lamentos o “yo no estaba ahí porque estaba comprando kerosén”.
¡Chávez vive…la lucha sigue!