La pregunta debería ir acompañada de otras interrogantes: ¿Para qué? ¿Cuándo? ¿Por qué? Uno escucha, ve, lee o se entera de la magia de los libros (por cierto así es el título “La Magia de los libros”, escrito por el maestro, intelectual y poeta venezolano Luis Beltrán Prieto Figueroa, que recomiendo buscar y leer) y descubre experiencias que son realmente vitales.
A mediados de los años 80 del pasado siglo -luego de la experiencia de haber trabajado directamente con el maestro Prieto, en su casa, con su colección bibliográfica, hemerográfica y de manuscritos- comenzamos a organizar en y desde la Biblioteca Nacional unas reuniones públicas que llamábamos “Encuentro de Creadores de la BN: La lectura como experiencia vital”. Las hacíamos inicialmente en la sede de la Biblioteca Pública Simón Rodríguez, ubicada en la esquina de El Conde de Caracas. Luego fuimos expandiendo el radio de acción hacia muchas otras bibliotecas de la red metropolitana. La preocupación era contribuir a promover la lectura en nuestro país, a partir de la experiencia de trabajadoras y trabajadores que laboraban en la Biblioteca, leían y escribían más allá de las obligaciones escolares.
De esos espacios de reflexión surgieron muchas informaciones y conclusiones que son comunicacionalmente públicas desde entonces. También surgieron algunas interrogantes con acento político de la estatura socialmente determinante como la lucha de clases. De allí la pregunta que sirve para titular esta nota dialógica de hoy: ¿Cuántos libros debe leer un burgués?
El cuestionamiento pareciera especulativo e intrascendente, muy al estilo de las polémicas filosófico-teologales del bizantinismo que se preguntaba “¿Cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler?”. Pero no. La crítica de las relaciones de producción en las sociedades divididas en clases, comenzaron a ser radicalmente diferentes con Carlos Marx. Ellas abrieron paso a la transformación, superando la especulación: “los filósofos, hasta el presente, no han hecho otra cosa que interpretar la realidad, pero de lo que se trata es de transformarla”.
Leer filosofía según la propuesta de Marx, de Engel y de los marxistas, expresa una ruptura epistemológica. Pero esa ruptura radical en el pensamiento, en el sistema de creencias establecido por la ideología dominante, no aportaba nada en la formación de la conciencia proletaria. Leer filosofía para la transformación significó entonces un salto cualitativo en la concepción del mundo, pero para entonces muy pocos proletarios tenían acceso a los libros y a la lectura en general. Sólo la burguesía y algunas élites en torno a ella podían leer. Era parte de los privilegios del poder. Entre tanto, el proletariado dueño de su conciencia nacida de una relación anormal con los burgueses -generadora de desigualdades e injusticias-, se movía (al igual que hoy, todavía) en la dialéctica de negación libertaria y libertadora hacia una realidad-síntesis, nueva, superadora del capital como tesis de explotación a través del trabajo como antítesis de los explotados.
La Revolución Francesa de 1789 encierra el valor simbólico de haber establecido, entre otras cosas, el acceso masivo a la educación y los libros. Independientemente de que la práctica real lo sigue impidiendo hasta el presente, el libro es un objeto de mercado que se puede comprar “libremente” en la sociedad capitalista establecida en cualquier país.
Repito entonces la interrogante inicial: ¿Cuántos libros –y para qué- debe leer un burgués? Pues, todos los que quiera. ¿Para qué? Bueno, si es por el placer de leer, por cultivar el intelecto, saber o aprender, sin dudas que podrá leer todo cuanto quiera. Ahora, si es para adquirir conciencia, para dejar de ser burgués y explotador, colocándose al lado de los explotados, nada de eso se va a lograr. La lectura nada tiene que ver con la conciencia de clase. La conciencia es el nuevo sistema de creencias de la clase revolucionaria en sí, desplegada para motorizar la victoria del trabajo sobre el capital.
Ilustración: Xulio Formoso