Le ocurrió al viejo Pedro, uno de los pocos barberos tradicionales que deben quedar en Venezuela y que ofrece sus servicios en el mercado de San Martín, en Caracas.
Lo vivió –o padeció- en Catia específicamente, cuando fue al mercado libre del bulevar, cerca de la plaza Pérez Bonalde. Visualizó a una mujer que vendía los alimentos que él necesitaba y que por el precio que ella decidía, él no podía adquirir. La ingenuidad de hombre bueno que lo caracteriza, lo hizo caer seguidamente, en uno de los momentos más amargos de su vida.
“No puedo pagar eso que pides”, le confió. “Entonces dime dónde los compraste para ir yo también”, le pidió con el pálpito obviamente equivocado de una respuesta positiva. “Ni que llores te lo voy a decir”, espetó seca y sádicamente la bachaquera.
Pedro es de oposición y a pesar de que no lo manifiesta, sé que atesora confianza en la arremetida que contra este lumpen anunció el presidente Nicolás Maduro el pasado viernes.
El bachaquerismo, como lo he dicho otras veces, es el mejor aliado del enemigo que nos hace la guerra económica. Así se disfrace de “emprendedor”, “colectivo” o “desempleado” es parte de esa quinta columna que favorece los planes intervencionistas en Venezuela a través del desgaste diario del bolsillo y de la paciencia del pueblo.
Como Pedro, también yo confío. Millones confiamos, en los resultados que dejará la batalla que extirpará de raíz ese cáncer social. Sus protagonistas no tendrán cuartel ni escondrijo que los salve del peso de la ley. Desaparecerán para siempre. Les resultará imposible huir de las medidas de inteligencia que prepara el Gobierno nacional.
La historia los dejará como tristes condones usados por sus amos imperiales. Los millones obtenidos con el hambre y las penurias de quienes no pudieron alimentarse ni curar su salud, poco les servirá para aliviar la conciencia que por el resto de sus días les impedirá vivir en paz.
¡Chávez vive…la lucha sigue!