Leyendo la prensa internacional, da la impresión de que desde los países del vecindario no hay problema más importante que el de hablar de Venezuela y mal.
Pareciera que aquí se dieran los fenómenos más absurdos con los que los demás encuentran el consuelo tonto de que no están tan mal como ellos creerían.
Da la impresión que la corrupción, el narcotráfico, los problemas con los servicios públicos, la violencia del hampa, la desigualdad social, las movilizaciones callejeras y los conflictos políticos solo ocurrieran en este malogrado país.
La narrativa de los medios y sus operadores políticos, recrean la escena de que luego de las fronteras venezolanas, se explaya un
inmenso territorio tan apacible como Suiza, donde no pasa nada. Pero resulta que todos tienen problemas similares a los nuestros y que nos siguen hermanando de un antipático tercermundismo que no se pueden sacudir con disimulos mediáticos
Colombia, que acusa a Venezuela de narcoestado, es el primer productor de cocaína en el mundo. Al mismo tiempo, esa nación que tiene el mayor índice de desplazados internos y externos, se conmueve con las decenas de miles de migrantes venezolanos en ese país, sin mencionar que aquí hay casi cinco millones de ellos.
Además, su cándido Presidente no escatima en echar sospechas sobre el sistema electoral venezolano y su falta de garantías, pero se le hincha el pecho de orgullo cuando dice que sus últimos comicios fueron los más seguros y limpios. Sí, esos mismos en los que es permitido sacarle fotocopias a las boletas para poder votar.
En Perú, su Presidente orgulloso de menearle la cola a los Estados Unidos, detesta la idea de que para la Cumbre de Las Américas en Lima, vaya el Dictador Nicolás Maduro, pero contradictoriamente no le incomodan sus propios tiranos, por lo que indultó democráticamente al exdictador Alberto Fjimori para salvarse de un juicio político, según porque está salpicado por el caso Odebrecht. Pero no se lo digan a nadie.
Desde México, ese país donde un solo partido gobernó más de 70 años consecutivos y que volvió al poder después de dos sexenios del PAN, se desvelan ahora por la tentativa continuista del chavismo, que apenas gobierna desde 1999. También desde allá les preocupa la violencia política de los colectivos como si no se dieran por enterados que los narcos gobiernan y matan a cuantos quieren allá. Ah, pero eso no lo dicen en las novelas.
Desde Chile, donde la educación universitaria es privada, se preocupan de las iniquidades sociales en Venezuela, ese país que malgasta el dinero de su petróleo para educar gratuitamente a los migrantes del futuro que van a buscar mejores trabajos allá. Por eso, la gran mayoría de nuestros compatriotas se van para allá luego de terminar sus carreras, no antes.
Desde el Brasil de Temer le preocupan las maniobras para inhabilitar políticamente a dirigentes de la oposición en Venezuela a través del uso discrecional de la justicia, pero hacen igual con Lula para impedir que vuelva a postularse a la presidencia.
Desde la Argentina, sus medios se entretienen apuntando la enorme impopularidad de Maduro pero se hacen los locos con el grito que estalla en los estadios de fútbol que dicen: “Macri, la puta que te parió”. Claro, aumentó el coste de los servicios, promueve una reforma de las pensiones, y quiere que se revisen las condiciones laborales para ser “más competitivos”.
Y si metemos en este recuento al señor de la OEA, resulta que ese filántropo no tiene otra misión de vida que vigilar la democracia venezolana, pero se ocupó muy poco por defender la de Honduras, donde se reeligió Juan Orlando Hernández a través de un proceso fraudulento y a pesar de que la Constitución le impedía presentarse de nuevo.
Mientras tanto, desde los Estados Unidos, donde tutelan la conveniencia de que la oposición se reúna con los representantes de
una Dictadura, han anunciado la posibilidad de un encuentro histórico entre el Presidente Trump y el gobernante norcoreano, contra quien no han sobrado las acusaciones de querer destruir el planeta y de ser un bárbaro sin buenos modales que come sin cubiertos.
Sí, tenemos problemas y demasiados. Tantos que nos agobian con la fuerza de postrarnos de amarga frustración, pero tampoco los otros están librados de dificultades como las nuestras y que sospecho no mencionan profusamente para disimular los ingredientes de un conflicto social latente en su países.
Recordemos a Irak, Libia, ahora Siria y antes también a Nicaragua. Todos estos países fueron la prioridad en tiempos de guerra y la última en “tiempos de paz”.
¿Quién se acuerda ahora de las armas de destrucción masiva de Saddam? ¿Quién se acuerda de la supuesta masacre de la aviación de Gadaffi a una manifestación opositora para justificar la intervención en ese país? ¿Quién se acuerda de Nicaragua después que ganara Violeta Chamorro las elecciones?
Por un minuto, no se ha puesto a pensar ¿quién se acordará de nosotros si consiguen “salvarnos de nuestra crisis humanitaria”?
DesdeLaPlaza.com/ Carlos Arellán Solórzano