Finalmente llegó la pregunta: “Papá ¿qué es la religión?”. Ya venía preparándome para ello porque tarde o temprano los chamos van a preguntar esa y muchas cosas más que ameritan de nuestro entrenamiento mental previo. Miguel tiene cinco años y hasta ahora ni su madre ni yo le hemos hablado de religión, como tampoco le hemos inclinado a profesar ninguna creencia de ese tipo. Nuestra familia eligió, como otras eligen lo contrario, dejar que el chamo escoja cuando sea mayor, si quiere profesar algún culto.
Eso no quiere decir que Miguelito no esté formado en valores y principios de amor, solidaridad, fraternidad, paz y esperanza, elementos presentes en todas las religiones. Pero lejos de apartarlo de la práctica de alguna religión en particular, deseamos acercarlo al hombre y su espiritualidad, cosa que hace mucha falta en el mundo de hoy.
Como el niño es tan curioso y lee desde temprana edad, para él son pan comido libros sobre el origen del universo, de nuestro planeta y de la vida que hay en él. Resulta muy complicado hasta para un adulto, enfrentarse a esos conocimientos y luego compararlos con una ortodoxa teoría creacionista, por ejemplo. A los chamos de hoy en día no se les puede engañar tan fácil, por lo tanto Miguel se ha leído la Biblia para niños como un compendio de historias de ficción que considera “algo infantiles, pero interesantes”, según me cuenta.
Hace poco, una colega muy querida escribió en sus redes sociales que su hijo no aceptaba aquello de que la mujer había nacido de la costilla del hombre, cosa que viene a confirmar lo difícil que es engañar a un chamo con toda la información de la que disponen hoy. Más allá de la polémica, existe una realidad en la que muchas familias han empezado a reparar, y es que si no formamos a hombres y mujeres más humanos, más considerados y respetuosos con sus congéneres, más difícil será que a través de las religiones se consigan mejores resultados. El tiempo y su innegable historia de violencia entre seres humanos defensores de una u otra religión, dan razón de ello.
Eso sí, la formación de estos niños alejados del machismo, del sectarismo y la idolatría, debe ser respetuosa de toda creencia ajena, por aquello de “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlo”. Formar a nuestros hijos en ese espíritu, abrirá su tolerancia y respeto hacia las ideas de otros y les hará luchar por hacer respetar las propias.
Miguel y yo tuvimos una larga conversa sobre religiones después de su pregunta. Le hablé del cristianismo, del judaísmo, del islam y también hablamos de religiones politeístas. Le llamó la atención las creencias de nuestros ancestros indígenas que tenían un Dios para cada cosa (“así como los romanos y los griegos, papá”), y le dio mucha tristeza que esas religiones hayan desaparecido porque llegó otra gente a imponer la suya. Hablamos del fanatismo religioso y todo el odio que ello encierra, pero también hablamos de la capacidad que tenemos para utilizar las religiones para hacer buenas obras. Ya al final de la conversa le pregunté al chamo: ¿quieres ser parte de alguna religión? Miguel puso su más chistosa cara pensativa con los ojitos mirando hacia arriba y su dedo índice en los labios y me dijo: “todavía no, papá”.
No es una herejía
Seguramente si mi abuelita viviera me formaría tremendo lío por criar a Miguel de esta manera, es decir, sin bautizarlo ni acercarlo a la religión. Pero muy probablemente estaría orgullosa de saber que los valores que ella inculcó en mí y en otros miembros de la familia, siguen vivos, palpitantes y presentes en esta nueva generación.
Las principales religiones monoteístas están de acuerdo en varias cosas: no debes matar, no debes robar y debes hacer el bien a tus semejantes. La vida, y la religión es parte de ella, debe estar centrada en la ética, el respeto y las buenas obras hacia nuestros semejantes.
Es necesario que si vamos a hablar de religión con los niños, no sea para imponer nuestro criterio. Es apropiado preguntarles qué les parece lo conversado y cuál es su posición al respecto. De esta manera ellos va a encontrar sus propias respuestas y aprenderán a diferenciar entre conocimiento, fe y espiritualidad, que aunque a veces se aprenden por vías distintas, forman parte de nuestra misma humanidad.