Quienes a favor y cuantos en contra.
Un francotirador se cotiza por su alcance. Los buenos rondan los dos kilómetros de distancia para neutralizar el objetivo. En el periodismo la foto y el titular buscan una efectividad inmediata similar, sin contar con el cuerpo del artículo, donde cada carácter pesa un proyectil y es relativamente opuesto a los kilómetros que viaja para acertar o no en un blanco. De donde se dispara no necesariamente se determina el impacto. Es por eso que una foto o un titular pueden ser una obra maestra del relato breve y del terrorismo selectivo.
De momento créanlo –aunque ya Hollywood lo haya machacado– una línea editorial puede ser una constelación de francotiradores (snipers) apostados esperando el momento de disparar mientras les cae la transferencia.
Harta filmografía se les ha dedicado a estos freelancer de la muerte sin embargo, siempre regresan a la pantalla post-apocalípticos, renegados, solitarios y meditabundos, excepto en algunos casos, cuando desaparecen por completo, como este –nadie los ve porque están en todas partes– sobre todo cuando la historia se escribe desde la víctima potencial, la multitud o el mismo pueblo.
Sobre las primeras imágenes, detenidamente y con cierta discreción dije “Nó, Siria no”, la sinopsis solo se refiere a una “ciudad sitiada”, el problema no es que sea Damasco totalmente devastada por la guerra, el problema es que yo había convertido un país que ni siquiera conozco en la referencia de mi peor y más frecuente pesadilla.
(La). «Sinopsis»
«Oum Yazan (Hiam Abbass), madre de tres hijos queda atrapada en una ciudad sitiada dentro de su apartamento que convirtió en un puerto seguro para su familia y sus vecinos, tratando de protegerlos de la guerra. Cuando las bombas amenazan con destruir el edificio, los francotiradores convierten los patios en zonas mortales, y los ladrones entran a reclamar sus terribles recompensas, mantener el equilibrio de la rutina se convierte en una cuestión de vida o muerte.»
En primer plano una lagrima contenida, un rostro marcado por la violencia, segundos después sale de foco y aparece el título: Insyriated o Ensiriados –se subtitula en amarillo– una película de Philippe Van Leeuw, la favorita del público en el festival de cine de Berlín y por estos días se incluye en la muestra de cine francés que se proyecta en el CELARG.
Con un guión impecable y un francotirador omnipresente, nunca una analogía cinematográfica había sido tan incomoda para el inventario que uno se hace entre ficción y realidad.
Se trata de una historia que nos pone a pensar como venezolanos durante los noventa minutos que dura el film, los escenarios posibles de una ocupación militar. Sentir los excesos de la guerra narrados a través de esta historia, cuando recién se acaban de romper los acuerdos de paz y el último intento de reconciliación entre la oposición y el gobierno venezolano, nos da por pensar que por un acuerdo fallido entre el gobierno de Siria y la oposición a Bashar al-Ásad, Siria es hoy el nuevo paradigma del desierto y la destrucción. La oposición venezolana al igual que la oposición Siria, ha quedado diluida cada vez que el imperio norteamericano se quita la máscara, alineadas las baterías, los medios siguen apuntando a donde sabemos apunta su obsesión, la oposición pasa de victima a carnicero, ha desechado la opinión del mediador internacional la del expresidente español Rodríguez Zapatero, y pretende llevarnos directo al matadero. La orden del capital mundial está más clara que ayer, E.E. U.U. asiste a esta gala con gran descaro y cinismo, la llamada intromisión bajo el remoquete que sea, como el pretexto de «injerencia humanitaria», la última más sonada, o las nuevas-viejas formas de ocupación militar develan el conflicto real: El capital vs el Estado-Nación, en otros términos, el Imperio contra la democracia. Los gringos contra la revolución bolivariana.
La corporación de la guerra solo cuenta bajas. Zapatero hoy fue una.
¿Quién apretó el gatillo?