Hay gente cuya existencia es ignorada por el resto de la humanidad, que sólo se notan cuando una catástrofe sucede, y a partir de allí, son un número en una región remota. Personas ignoradas pero totalmente necesarias para el planeta, para la vida.
En la Quebrada de Humahuaca un chiquillo lleva sus ovejas a pastorear. En la selva de Misiones un descendiente de los Guaraníes pone una trampa para conseguir una presa. En los llanos de Venezuela, montado en su caballo, un llanero espera la canoa con provisiones, mientras de reojo mira el ganado. En el camino del Inca, cerca de Cuzco, un muchacho lleva una cesta con frutos.
En el mundo hay mucha gente, personas que transitan su vida dentro de su región, sin moverse de ella y, sin tener contacto con otras culturas. Sin saber de los medios de difusión masivas. Con la única realidad de que son uno con su entorno, son uno con el lugar donde viven.
La vida urbana y mundana nos hace sentir el ombligo del mundo y, que sólo existimos los que vivimos en el civita, totalmente enceguecidos por la cotidianeidad de la inflación, devaluación y toda una serie de “desastres” económicos que nos impiden ver más allá de nuestras narices.
Esta gente no sabe de dinero, no sabe de inflación, no sabe de dominio ni de la lucha cotidiana y estúpida de los que, se dicen civilizados. Los “salvajes”, los incultos, desde nuestra miopía, la gente invisible que vive en el mundo, es invisible para nosotros pero, creo que para la Pacha mama o la tierra o los ecosistemas o como quieran llamarlo a este nuestro lugar de hábitat, son imprescindibles y totalmente necesarios.