Creo que tenía tiempo sin ahondar en el territorio mujer. Quizá en medio de todo este desastre divertido que vivimos, sentía al momento que la línea de #JeveandoAndamos podía extenderse un poco porque bueno, qué es este espacio sino uno que se repiensa, se reconoce, se une a otros temas, hace conexiones con otros espacios, articula. ¿No? Las conversas desde este cuerpo mujer que se reconocen en otros cuerpos mujer y que, además, se asumen parte del colectivo todo en su amplia gama diversa vienen de todo aquello que se hace necesario comunicar.
Siempre la cosa ha estado en los detalles, en las mínimas cotidianidades que son maqueta de sentidos comunes y haceres que sensibilizar, reconocer o transformar.
Pero, ya. Vayamos al punto. He vuelto a pensar en las soledades y en el estar sola, y en sus posibles diferencias. ¿Qué es la soledad? ¿Qué es estar sola? Pareciera que hay una tensión entre el anhelo que provoca la soledad y el terror que da estar sola (y todo lo que ello pudiese implicar: estar sin familia, sin amigxs, sin pareja, sin casa, sin una misma) que pretendemos resolver o que, por lo menos, está en la puntica del trampolín. Quizá esta tensión no se resuelva sino que fluctúe de un punto a otro en varios momentos de la vida según la circunstancia, o la puntada de culo anímica del día.
A medida que las circunstancias de vida van cambiando a una le toca adaptarse a los betas (sean buenos o malos), y suele suceder que en medio de momentos de crisis que exigen adaptación una se pasea por recuerdos de la infancia, bien para escoñetarse diciéndose que era feliz o para sumirse en la alegría de lo vivido.
La convivencia es hermanita del estar/aprender a estar sola porque implica saber estarse con lxs otrxs mientras una se está consigo misma, y no desde la tolerancia o desde lidiar, sino desde el entendimiento pleno de las cosas y desde el disfrute de estarse con lxs unxs, con una misma y con todxs. El pequeño detalle es que ese disfrute se aprende y se reaprende, no sin antes pasar por procesos bien coño e madres, como no tener casa, desaprender a vivir con la familia, aprender a vivir con otrx y reaprender a estarse con una. Nada de esto es un devenir en sí mismo, o un destino. Quiero decir, pues, que el convivir(se) toca, se sufre, y se aprende.
Cuando una vive con su mamá (y su familia) una o se atiene a las reglas, o patalea y se atiene a las reglas. Hay cosas de las que una se quejaba y criticaba, y hay cosas que una se da cuenta que sí son maravillosas cuando ya no vive con su mamita querida.
Una se va de casa de su mamá (y de su papá, sólo que en el matriarco machismo la casa es más de ella porque ella pone las reglas) y de repente se consigue a una misma recordando y disfrutando de las cosas cotidianas que pasaban en esa casa, que no había hecho conscientes y que ahora disfruta enormemente (como, por ejemplo, mantener la cocina impecablemente limpia y ordenada para no tener que llegar a mentar madre cuando una tiene hambre o se tiene que cocinar el almuerzo) mientras recuerda toda la mentada de madre que le echó a su misma madre mientras lavaba cuatro corotos. Ahora, de grande, resulta y acontece en las casas de lxs otrxs las cosas son, siempre, distintas y no necesariamente nos parecen mejores o incluso tolerables.
Entonces, cuando una se va a vivir con otra persona todo choca y se hace difícil porque cada cual y cada quien tiene sus modos y maneras, y una tiene que dejar de pensar que las suyas son las únicas y las mejores, especialmente cuando el espacio no es de una sino que una es la “visita”, por ponerlo de alguna forma. Hay gente que simplemente quiere vivir sola, hay gente que quiere compañía de a raticos y hay gente que quiere ese rancho lleno e gente, pero en cada espacio hay reglas y maneras que decantan directamente de las estructuras de esa persona dueña de ese espacio, y esas reglas se doblan y se desdoblan en medio de aprender a estarnos lxs unos con lxs otrxs.
Una se pregunta por qué xl otrx hace las cosas como las hace, una critica y desaprueba y una compara a cada rato. Porque sí, en efecto la convivencia es un beta y sólo sólo sólo es medianamente armoniosa cuando se construye desde el respeto, reconocimiento y amor por xl otrx.
Una podría decir que es que xl otrx tiene mañas y que una podría venir a hacerlo mejor. Pero, ¿no será que somos nosotras las de las mañas, las rigideces? Todo el mundo tiene mañas, es la forma en que la gente organiza su mundo. Y hay malas mañas pa tirar pal techo, pero buenas mañas también que pudiéramos aprender, porque aprenderse a vivir con xl otro es duro y difícil pero es bueno porque exige poner parte de una misma y ceder, y así mismo, exige raprenderse a una misma cuando le toca compartir el espacio de una con otrx, mo viceversa. Una se reaprende en el otrx, también.
Una diría que está contenta porque en el seno del hogar materno logró descubrir, desentrañar y pelear duramente contra los micromachismos que ocurrían en casa, pero una sólo se enfrenta a sus rigideces y controles cuando cambia de espacio y al vivir con otrx se descubre a sí misma: pasa que a veces estamos limpiando la cocina y hacemos algo que nos recuerda a nuestra madre, y nos asustamos. Estamos haciendo eso que hace 15 años juramos al cielo y al dios en el que creíamos que no haríamos. «¡Cuando yo tenga mi casa las cosas se van a ser como yo quiera!», y unos añitos después nos encontramos caminando al Metro, yendo al trabajo, con la cartera en el hombro izquierdo y la lonchera en el hombro derecho, ensimismadas, en una versión más joven de la mamá nuestra que hacía exactamente lo mismo hace 15 o 20 años.
La relación con la figura materna signa decisiones, posturas, haceres en la vida de una. Es la compañía femenina más cercana que tenemos cuando crecemos, y no importa lo buena, complicada, difícil, tensa que pudiera ser esa relación, signa nuestra primera relación con el mundo, nuestros sentidos comunes y lo que, posteriormente, cuando toca, tenemos que desentrañar, reconocer y hacer conscientes.
Una se relaciona con su mamá y a partir de allí se relaciona con el entorno y con una misma. Es interesante entonces la tensión que hay entre la compañía con el otrx, la necesidad de estarse sola y la sensación total de soledad.
Ilustraciones: Itsuko Suzuki