A veces pongo en entredicho el interés que puede tener el venezolano por la cultura y, por consiguiente, los festivales y eventos que se desprenden de ello. Si es que realmente somos nosotros o son quienes los promueven. Desde hace algunos años suelo ir a la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2017) y he notado, con cierta preocupación, cómo poco a poco ha perdido calidad, más allá de colocar varios stands repletos de obras y ediciones.
Sabemos que cualquier evento puede tener algún conveniente, pero en esta ocasión considero que ha llegado a cierto límite el desinterés por eventos tan importantes como este, sobre todo en un momento en el que los venezolanos nos sentimos tan agotados de la situación que vive el país desde hace casi cuatro años.
¿Seguimos en lo mismo? ¿Esparcimiento? ¿Distracción?
Me llegué a los espacios del Eje del Buen Vivir, en el que converge el Teatro Teresa Carreño, la plaza de los Museos y la Universidad Nacional Experimental de las Artes, y me impresioné por lo poco atractiva que estaba la Filven 2017; tanto así que ni siquiera me pasó por la mente tomar alguna fotografía. Ciertamente, a este tipo de eventos van a ir quienes amen la lectura, pero la idea también es motivar a que todos aquellos que no tienen el hábito o quizá no tanto, se acerquen. En mi recorrido no vi los espacios tan concurridos ni mucha emoción como ha ocurrido en ocaciones anteriores o, por ejemplo, como en la 8va Feria del Libro de Caracas, que se realizó en julio en el mismo Eje y se extendió hasta el parque Los Caobos.
Para ese momento, desde que salías de la estación Bellas Artes, del Metro de Caracas, te ibas encontrando en el camino con enormes libros de madera que despertaban curiosidad, era como una especie de un minimuseo callejero. Sumado a ello, cuando comenzabas a recorrer el parque Los Caobos sentías la calidez y la alegría de quienes allí se encontraban. O sea, había una variedad y una atracción que parecía inevitable dejar pasar.
Definitivamente, y en pocas palabras, la «Feria del Libro de Caracas: Crecimos juntos», fue un claro ejemplo del país que quiero. La gente comprando libros, otros sentados alrededor de la fuente mientras pequeñas gotas de agua los mojaban, los chamitos corriendo por el parque, otros pequeños bañándose y jugando en la fuente de la plaza, los adultos tomándose una cerveza, un café o quizá un mojito, las luces que alumbraban todo el camino, los stands entre la frescura de los árboles, la importancia que tuvieron los libros digitales; y bueno, entre todo, yo también caminé, recorrí, me tomé una cerveza y me fijaba muchísimo en cómo todos los demás compartían, aunque sea por unos minutos, sin ningún tipo de preocupación aparente.
Y me permito hacer esta comparación porque se supone que los esfuerzos deben sumarse para lograr el mejoramiento festival tras festival y poco a poco lograr que los ciudadanos se sientan atraídos, que lleguen solitos y formen parte de estas experiencias enriquecedoras, de conocimiento e historias.
Esperemos que desde el Ministerio para la Cultura y la Fundación para la Cultura y las Artes se tomen muy en serio el papel determinante que tiene el sentido social y cultural de los eventos, porque los días importantes son todos, no solo el de la inauguración. Hay que tener estos aspectos muy claros, sobre todo cuando a diario tenemos que lidiar con una situación que a veces se torna hasta asfixiante, porque así, en la forma en la que se ha venido trabajando, nadie va a querer «leer lo que es».
En fin, esta fue solo mi percepción y la de ustedes puede ser diferente; así que si aún no se han dado una vuelta por los espacios del Eje del Buen Vivir para recorrer por la Filven 2017, entonces tómense una tarde y lleven un poquito de color.
Después de todo, ¿qué mejor que terminar el día con una buena taza de café o un buen trago en los jardines del Museo de Ciencias Naturales?
@Luisdejesus_
Foto de portada: Alcaldía de Caracas/Fundarte.