Cuando, sobre el cuadrilátero, el pugilista ubica y no pierde de vista el mentón de su contrincante, es porque tiene claro cuál es el objetivo a golpear con contundencia, si es que se propuso derrocarlo nos nocaut.
La lucha de clases no es un combate entre individuos que boxean, pero el símil puede ayudarnos a entender la confrontación entre proletarios y burgueses. El púgil sin medios de producción, objeto de explotación mientras produce bienes colectivos vendiendo su fuerza de trabajo al explotador, es un ser numéricamente mayoritario dentro de la sociedad. Esta condición numérica le da una fortaleza física real. La fortaleza de su contrincante explotador está en el capital. Este último es el dueño de los medios de producción.
Con relación al proletariado, en su rol de contrincante, hay una fortaleza adicional, superior y más significativa, basada en su condición de productor directo de bienes. No tiene nada, pero tiene el poder de producir. Ese poder es revolucionario en sí y la clase que lo posee, el proletariado, es revolucionaria en sí. Ella tiene claro cuál es su objetivo a golpear con contundencia. Sabe dónde está el mentón de su contrincante y lo sigue con radical conciencia, en la convicción de que conseguirá derribarlo por nocaut.
Entre tanto, el contrincante explotador, que se sabe, en última instancia, “esclavo de su esclavo” (para decirlo con la apreciación de la dialéctica del amo y el esclavo, esbozada con enfoque idealista por Wolfgan Federico Hegel) está obligado a alardear con la fortaleza de su capital acumulado, que utiliza hasta para comprar conciencias, falsificarlas, alienarlas, en un afán por perpetuar su dominio y las relaciones de producción bajo el mismo. Por eso, el capitalista genera un Estado que le asegure su dominio mediante la represión y las apariencias de consenso que genera la acción de los “aparatos ideológicos de Estado” en la superestructura familiar, religiosa, de escuela, entre otras.
El capital (al igual que el trabajo) que no es capital en un solo lugar, en un solo país o en una determinada Formación Social, sino que es internacional, planetario, global. Apuntala su “débil” fortaleza al convertirse en imperio, imperio transnacional de capital pero también imperio político, militar, ideológico, mediático, concentrado geográficamente en un determinado espacio que hoy es, fundamentalmente, el territorio estadounidense. Por eso hoy se habla de imperio (o “imperialismo”) yanqui.
Las luchas políticas de los pueblos del mundo, especialmente luego del triunfo de la hoy centenaria Revolución Bolchevique (Rusia, 1917) se plantearon combatir explícitamente al imperialismo (no exactamente como “fase superior del capitalismo”, aunque también). El mentón visible del capital es, en la actualidad, el imperialismo y la tenebrosa expresión operacional mediante el llamado neoliberalismo y el fortalecimiento “independiente” del capital financiero y sus soportes electrónicos e informáticos.
En 2004, el Comandante Hugo Chávez hizo una reflexión pública, a través del discurso que pronunciara en la avenida Bolívar de Caracas, al finalizar la Marcha por la Paz y contra el imperialismo, el 16 de mayo de ese año: “Creo que es imprescindible que los venezolanos hoy abordemos de nuevo el tema del imperialismo”, dijo con tono pedagógico, convencido y de pugilista que está seguro de no perder de vista el mentón de su contrincante.
Chávez observó públicamente algo que venía constatando desde sus trincheras de subversivo soldado Bolivariano: “casi nadie se atrevió a hablar (más nunca) de imperialismo, incluso casi nadie se atrevió a hablar ni siquiera de capitalismo”. Un silencio prolongado y con apariencia de conformismo. Se comenzó a criticar el neoliberalismo, especialmente después de los acontecimientos, identificados comunicacionalmente como el Caracazo, en febrero y marzo de 1989, lo que el presidente Chávez calificó como “la mascara detrás de la cual se escondió durante casi dos décadas el viejo y perverso capitalismo, (…) el viejo, perverso y asesino imperialismo que tanto daño le ha causado a los pueblos del Tercer Mundo, durante 500 años, pero es el mismo viejo imperialismo”.
Allí está el mentón, este pueblo contrincante de clase tiene identificado el lugar a golpear para conseguir el esperado nocaut. Sin dudas que venceremos.
Ilustración: Xulio Formoso