El pasado siempre nos alcanza porque de él partimos, somos un compendio de lo que hemos sido, aunque usualmente lo obviemos para no convertirnos en sal como la mujer de Lot. ¿Cómo enfrentarnos al pasado que siempre encubre y guarda secretos? ¿Cómo enfrentarnos a nosotros mismos convertidos en imágenes borrosas de otro tiempo? Ver películas es una buena manera de hacerlo.
Nueve semanas duró el rodaje de Oriana (1985), dirigida por Fina Torres, quien ganó en su momento “La cámara de oro” del Festival de Cannes, el trofeo “India Catalina” al mejor guion en el Festival de Cartagena en Colombia, y el “Hugo de Bronce” en el Festival de Chicago, entre otros reconocimientos.
La película, una historia intimista y reflexiva, nos envuelve con sutileza en un relato que descubre aquellos secretos sórdidos que algunas familias esconden, como las telarañas de las casas viejas que aparecen en los lugares más recónditos.
Fina Torres, antes de comenzar la filmación, realizó un storyboard, secuencia por secuencia, plano por plano de lo que sería su cinta, según contó en entrevista para la revista “Encuadre” del 5 de diciembre de 1985. Ese detenimiento de la directora en los detalles, esa planificación se aprecia en el filme, que parece un cúmulo de pequeñas buenas decisiones.
“Hay cosas que deben quedar en la sombra. Lo que está enterrado debe quedar enterrado”, se dice en la cinta. Esta frase es el bastión en el que los personajes se apoyan, incluso para transgredirla.
La película es la adaptación de un cuento de Marvel Moreno: “Oriane, tía Oriane” y su guion fue realizado por Fina Torres y Antoine Lacomblez, dándole una vuelta a la historia original: “nunca tuve dificultades para adaptar este cuento al cine. Apenas lo leí, sentí en él la presencia de arquetipos del mundo Caribe… En el cuento todo está muy sugerido. Lo que hice fue hurgar esas sugerencias, esas evocaciones, y así me inventé el pasado de Oriana, su infancia, su adolescencia” afirmó quien para entonces era una joven directora.
La cinta, protagonizada por Doris Wells, Daniela Silverioy, Rafael Briceño, en los roles principales, reviste de seda y tul los pasajes oscuros de unas vidas también sombrías.
No sé si tenga que ver que algunos de los participantes del filme son de nacionalidad francesa, pero a ratos Oriana parece una película europea, por la forma de sugerir, más que de afirmar. Además del modo de bordear los sucesos para no presentarlos de forma descarnada, ni abrupta.
Es un relato del Caribe, sin los modos apasionados y extravagantes del Caribe: “en nuestro país había dos tipos de mujeres: las rezagadas, las que permanentemente se inhibían, las dóciles y sumisas, por otro lado, había otras que, a pesar de todas las presiones que se le venían encima, se rebelaban. Todos nosotros siempre oímos hablar de una tía ‘rara’ de gran carácter, excéntrica, que siempre hizo más o menos lo que quiso y cuya vida era distinta a la de nuestras madres” comentó su directora sobre el personaje que es el centro del filme.
Finalmente, la música realizada por Eduardo Marturet, está enraizada con ese ambiente sutil, melancólico, de memorias que se van descubriendo.
Calificación: Excelente.
Oriana (1985)
Dirección: Fina Torres.
Guion: Fina Torres y Antoine Lacomblez
Fotografía: Jean-Claude Larriey
Escenografía: Asdrúbal Meléndez
Vestuario: Ubencio Lizardo
Producción: Fina Torres, Patrick Sandrin, Alfonso Henriquez
Montaje: Christiane Lack
Música: Eduardo Marturet
Reparto: Doris Wells, Daniela Silverio, Rafael Briceño, Mirtha Borges, Maya Oloe, Philippe Rouleau, Claudia Venturini, Martha Canelon, Luis Armando Castillo, Asdrúbal Meléndez, Hanna Caminos, Alejandro Padrón.