Capítulo: 9 – ¿Por qué terminó la vieja televisión?
Al cumplirse una década de la primera revisión que hiciera el Estado venezolano de las concesiones de la TV (Jaime Lusinchi, decreto 1577), dedicamos la columna del lunes pasado, la del lunes anterior, la del lunes, 3 de julio, la del lunes 26 de junio, la del lunes 19, la del lunes 12, la del lunes 5, la del lunes, 29 de mayo, y esta (la última de esta serie), a analizar cómo la República llegó a la decisión soberana de no renovar la concesión a Radio Caracas Televisión (RCTV). En esta entrega final, conocerás la vieja estructura laboral de la TV, develada por la Ley RESORTE, que abrió las puertas a la Producción Nacional Independiente, con todos los colores de Venezuela, y por qué Marcel Granier dejó perder, con más intencionalidad laboral que política, la señal de RCTV, para dar origen a la nueva televisión venezolana, la de este siglo XXI
La aprobación de la Ley RESORTE abrió la reflexión sobre un problema de fondo de nuestra televisión: la forma cómo se produce televisión en Venezuela, caracterizada por no tener:
- Rumbo propio: Desde sus inicios en Venezuela, la vieja televisión solo reproduce formatos importados, y no solo hablamos de la producción internacional (‘enlatada’ en películas y seriados hechos, principalmente, en Estados Unidos), hablamos de la producción nacional, que imitaba a la producción venida de Norteamérica.
- Estructura laboral propia: Las televisoras locales, comenzando por RCTV, aprendieron su trabajo de dos fuentes: De la radio (para el momento en que nace nuestra TV teníamos 26 años de radiodifusión) y de las compañías estadounidenses de televisión que asesoraron a todos los canales nacionales de señal abierta, en el caso de RCTV, la asesoría venía de la televisora ABC (American Broadcasting Company) que además tenía 20% de las acciones del canal. El ‘cómo hacer’ (know how) aprendido para copiar programas estadounidenses, fue el mismo para aprender a producirlos, con la interminable cantidad de horas de trabajo que se requirieron para ello.
- Uso de la tecnología para facilitar: Con esa carencia de identidad propia, y estructura laboral propia, era difícil pensar que la vieja TV usara los adelantos de la tecnología para hacer más práctica y fácil la producción audiovisual:
- En la televisión de los cincuenta, a los trabajadores les tocaba producir en el tiempo de descanso de los demás (tardes, noches, fines de semana, feriados) porque, salvo las películas y las series, todo era en vivo.
- La cinta para grabar (videotape) llegó en los sesenta, pero la grabación no redujo las horas que exigía el copiar los grandes programas y dramáticos, en una Venezuela donde hacer TV aún era artesanal.
- En los setenta y ochenta ya había personal con experiencia, pero la lucha era por usar la tecnología satelital, las grandes transmisiones, compitiendo, no a través de promover ideas propias, sino ‘viendo lo que hace el otro’, lo que llevó incluso a hacer en vivo el último segmento diario de una telenovela que debería ser grabada, para que el canal de la competencia no supiera cómo responder.
- En los noventa (y principios de este siglo XXI) la Venezuela neoliberal, que obligaba a flexibilizar los derechos laborales, se vio reflejada en RCTV, cuando desafilió a sus trabajadores del antiguo ‘Sindicado profesional de trabajadores de radio, cine, teatro, televisión y afines del Distrito Federal y el Estado Miranda’, para incorporarlos a un sindicato patronal’, lo que atrasó aún más a esa televisión duopólica (donde solo RCTV y VENEVISIÓN eran los verdaderos competidores), hundida en la improvisación, y la ausencia de planes concretos, que se traducía en horas interminables para hacer guiones y grabaciones, y donde la postproducción se hacía a minutos antes de ir al aire, sacrificando la calidad por la cantidad. Sin embargo, el control total que RCTV, como agente empresarial que controlaba al Estado, le sirvió para lograr, a pesar de ese desorden, varios de sus éxitos históricos en pantalla.
Y en el siglo XXI se continúa esta tradición. Es evidente que para sostener este modo estático, no planificado, sin horario, RCTV debía imponer mínimos (o nulos) derechos laborales, y un salario ínfimo, donde los trabajadores solo podían ‘redondearse’ con horas extras, lo que permitía romper el horario laboral de 8 de la mañana a 5 de la tarde, poniendo en el trabajador, la trabajadora, y su ‘derecho a ganar más’, la responsabilidad de la empresa ante la Ley.
Buena parte de la producción externa, que no era importada (producción hecha en Venezuela) RCTV la manejaba a través de ‘outsourcings’: En lugar de producir, por ejemplo, ‘Archivo Criminal’ con su personal contratado, lo encargaban a una productora (conformada a veces por mismos ex trabajadores del canal, con equipos propios), que ejecutaba lo que el canal le enviaba en guion, con la presencia de Isnardo Bravo, David Pérez Hansen, o cualquier otro periodista del canal, como ancla. Era producción por encargo, la novedad externa, hecha en Venezuela, no tenía cabida en RCTV.
Esto es precisamente lo que cambia con la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, esta vez el productor externo, o la productora audiovisual, no hacía producciones por encargo, sino presentaba sus ideas, lo que él o ella querían mostrar, con profesionales en libre ejercicio, sin intermediarios, que iniciaron la tercera industria radioeléctrica fuera de la radio y la televisión: la Producción Nacional Independiente.
Producción Nacional Independiente: Tercera industria de la TV
Si la actitud de la vieja televisión ante la Ley RESORTE fue violarla, o acatarla con desdén, la nueva televisión comenzó a cumplirla, siguiendo el artículo 13 de la Ley, con el financiamiento que se indica en su artículo 23.
Nace la Producción Nacional Independiente, intentada varias veces en la historia de la televisión venezolana, por varios emprendedores que trabajaron en los canales, desde Renny Ottolina, hasta Guillermo ‘Fantástico’ González, pero que solo hasta hoy, con un plan coherente, establecido en una Venezuela donde todas y todos pueden desarrollar su creación, no solo logró desarrollarse, sino dar frutos.
Nuevas caras, nuevos escenarios, pero especialmente, contenidos que no salían de los intereses de algún dueño de un medio de difusión comenzaron a verse en pantalla. Viejos profesionales de la TV, ahora libres, se mezclaban con profesionales que tenían todo el talento, pero nunca habían llegado a la pantalla. Nuevas caras se hacían presentes, con su propia forma de decir las cosas.
La Venezuela multiétnica y pluricultural también aparece en pantalla, como iguales al único sector que parecía ‘privilegiado’, según las viejas telenovelas, y sin el filtro de un país donde, como dijera Franklin Virgüez en su tesis de comunicación social: ‘En la televisión a colores, el negro…’ no se veía.
Con fallas lógicas en una experiencia naciente, y sin la maquinaria lograda por cinco décadas de televisión, la PNI comienza a ganar espacio en la televisión Venezolana, incluso la encuestadora AGB, el único e impreciso sistema de medición de audiencias que tenemos, tuvo que admitir el ascenso de la PNI como opción televisiva: Pueblos y su gente, producción creada por José Rafael Melo, y transmitida por TVES entre 2007 y 2008, logró 5,6 de rating en su horario (martes, 11 de la mañana), con las limitaciones de una encuestadora que pretendía obtener en ciudades la opinión sobre un programa que era visto por las pequeñas poblaciones de Venezuela.
La Producción Nacional Independiente demostró que no había una sola forma de hacer televisión, y sobretodo demostró que quienes hasta ese momento hacían televisión no eran los únicos que podían hacerla.
Manuel Rosales, la última apuesta de Granier:
El año 2006 era electoral. El presidente Hugo Chávez, el gran favorito para la reelección, después de haber derrotado el intento de revocarlo en 2004, logró la mejor victoria de toda su carrera política: La menor abstención hasta entonces (25,3%), la mayor votación de su historia (7.309.080, solo superado por Nicolás Maduro en 2013, y por el mismo Chávez en 2012) la mayor votación porcentual de su historia (62,84%) y la mayor distancia entre él y su contendor (Manuel Rosales sacó 36,90%, casi 26 puntos de distancia respecto a Hugo Chávez). El camino emprendido desde 1998, para no perder el proceso político ante el golpe de Estado, el sabotaje petrolero, la paralización forzada del país, los asesinatos, la violencia de las primeras guarimbas de 2004, y demás obstáculos que puso una clase política derrotada, que se negaba a permitir los cambios, cerraba con victoria indiscutible.
Pero el gran derrotado no fue Manuel Rosales (cuya posibilidad de victoria era nula).
Si para los antiguos dueños de Globovisión, Últimas Noticias, y El Universal, la derrota de Henrique Capriles ante el Presidente Nicolás Maduro los retiró del negocio de la comunicación privada en Venezuela, la derrota de Rosales significó una inversión perdida para Marcel Granier, quien puso todo su canal (incluyendo a sus externos –outsourcings-) a producir hasta la publicidad del candidato derrotado.
Pronto se entendería el porqué de esa extraña compulsión de RCTV a violar todas las leyes, incluyendo la naciente Ley RESORTE: ¿No tenía RCTV expertos jurídicos que advirtieran a la Directiva del grupo 1BC las violaciones que estaban cometiendo? ¿No sabía el grupo 1BC que dichas violaciones podrían significar, no solo multas para ellos, sino la propia revocación de la concesión, y sin embargo, las seguían cometiendo? ¿Podría Marcel Granier estar buscando que le revocaran la concesión a la televisora que él tenía 20 años dirigiendo, y 50 años en el aire?
La contundente derrota del 3 de diciembre de 2006 respondió todas estas preguntas, y dejó ver el siguiente paso que daría Marcel Granier.
La hora de la verdad (que llegó con el Presidente Chávez, y que Granier buscó ocultar)
En junio de 2006 (no en diciembre) el presidente Hugo Chávez anuncia la revisión de las concesiones de la TV, señalando que hubo canales que dieron señales de rectificar, como parte del reacomodo surgido tras el diálogo Chávez – Carter – Cisneros en 2004, previa a la indetenible victoria de Hugo Chávez en el Referendo Revocatorio.
El resultado de esa revisión de las concesiones, de acuerdo al decreto 1.577, firmado por el presidente Jaime Lusinchi en 1987, que establecía que en 2007, 20 años después del mismo, se revisarían las concesiones de todos los canales de televisión, fue anunciado por el presidente Hugo Chávez el 28 de diciembre de 2006: El Poder Ejecutivo, en cumplimiento del Decreto 1.577, decidió no renovar la concesión a Radio Caracas Televisión, televisora propiedad del grupo 1BC, que tuvo para operar el canal 2, y sus señales conexas, desde el 15 de noviembre de 1953, hasta exactamente el 27 de mayo de 2007.
El chantaje político ante esta decisión, la más valiente que presidente de Venezuela alguno tomara en materia de medios de difusión, no se haría esperar: Derrotados los viejos políticos que venían de la cuarta república, el caso de RCTV mostró la nueva carta de la oposición en 2007: Un grupo autodenominado ‘movimiento estudiantil’, que en realidad eran personas nacidas en Venezuela, menores de 30 años, pero preparados políticamente en Estados Unidos bajo el método de Gene Sharp (‘lucha no violenta’ en fachada, pero en el fondo una sofisticada versión de los métodos usados por Hitler para tomar el poder), y financiados por organismos vinculados al capitalismo. Dicho grupo neofascista enfrentó su primera derrota en ese mismo 2007, cuando en la Asamblea Nacional, escolares y universitarios demostraron que ese grupo no representaba al movimiento estudiantil venezolano, esos escolares y universitarios demostraron ser continuadores de las luchas históricas del estudiantado venezolano, cuya primera expresión en los medios fue el programa ‘Háblame Cloro’, de RNV Activa.
Los meses previos y posteriores al 27 de mayo, fin de la concesión a RCTV, significaron una grosera manipulación, que resultó un excelente negocio para los directivos del canal una violencia innecesaria, desatada por un movimiento que quedó al descubierto, tan teatral como la despedida de un canal cuyos dueños deseaban dejar perder y una falta de apoyo nacional activo (el rechazo fue más por lo inédito de la medida que por defender al antiguo ‘canal 2’) que develaba el fondo del plan: Los pecados cometidos por el grupo 1BC, no solo contra aquellos que laboraban detrás de las cámaras, a quienes ni siquiera sus prestaciones sociales garantizaban, sino también los cometidos contra aquellas ‘estrellas’ que figuraron delante de sus cámaras, que siempre aparecían en sus ‘especiales aniversarios’, y en su discurso corporativo sobre su ‘gran huella dentro de la televisión venezolana’, una de esas ‘estrellas’ fue el llamado ‘número 1 de la televisión venezolana’, Renny Ottolina.
Rhona Ottolina, política venezolana, recientemente fallecida, e hija de Renny, se negó a participar en las protestas contra la legítima decisión del gobierno venezolano de no renovar la concesión a RCTV, y como razón para tomar esa posición, citó las palabras de su padre, dichas en el año que marcó su retiro de las pantallas de nuestra TV:
“Hoy es mi último Día en la televisión Venezolana… los dueños de las Plantas han decidido QUITARME LA CONCESIÓN como productor independiente… no me será renovada… están en su derecho… pero ellos pretenden que yo sea empleado de ellos y que sean ellos los que me digan a MÍ que puedo decir y que no puedo decir en televisión… ¡Censurarme! …Me muero de la risa de solo pensar que un Marcel Granier o un Peter Bottome me digan a Mí que puedo o no decir… y mucho menos que me vengan a dar órdenes de cómo puedo yo hacer o no hacer mi programa de televisión… No ha nacido en Venezuela quien me pueda decir a mí, cómo hacer televisión. Así pues a partir de hoy, quedo fuera de la televisión Venezolana…” (Renny Ottolina, 1973)
Rhona Ottolina, además, añadió su opinión: “Según Marcel Granier, había que sacar a Renny de la televisión, pero no solo del Canal 2, sino de todas las plantas de televisión. Renny se había constituido, según él, en una amenaza, y no se le podía dejar seguir creciendo. Así pues, Marcel Granier, junto con Hernán Pérez Belisario, se dieron a la tarea de reunir a TODOS los dueños de Plantas de Televisión y venderles la idea de que debían actuar en conjunto y acordar el NO RENOVARLE LA CONCESIÓN o espacio de televisión a Renny Ottolina para producir sus programas independientes. Resolvieron, que si Ottolina quería hacer televisión, tendría que aceptar trabajar como empleado del canal, sujeto a las restricciones que el Canal le impusiese. Es decir, que Renny, dejaría de tener su programa propio e independiente, sin censura ni restricciones – más que aquellas que otorga la Constitución – y debía aceptar someterse a las restricciones y censura del Canal. ¡Y HOY RECLAMAN LIBERTAD DE EXPRESIÓN!”
Paradógicamente, RCTV se despide, en su última transmisión en señal abierta, la noche del 27 de mayo de 2017, con la misma canción que el equipo de producción de Renny Ottolina escribió y grabó para despedirlo en 1973, la canción cuando un amigo se va. El final de Renny Ottolina en la TV también explica porqué RCTV estaba contra la Producción Nacional Independiente (de la cual se burlaron en sus programas ‘humorísticos’, y en distintos espacios).
La salida de Ottolina de la TV, principalmente por rivalidades económicas (pues Renny era afín con el capitalismo venezolano que también representaba 1BC), ya develan claramente lo que Granier pretendía: ¿Cómo pagar a Cayito Aponte, por ejemplo, con un salario que oscilaba en 50.000 bolívares al mes (casi 25.000 dólares entonces), 50 años de prestaciones sociales, de acuerdo a las leyes venezolanas?, y así podríamos hablar de Rosario Prieto, Carlos Márquez, etcétera.
Lo anterior se explica al entender que la no renovación de su concesión no significó la muerte de RCTV, y más después de conocer las verdaderas intenciones de Granier, que buscaban algo más que crear un expediente político de ‘dictador’ contra Hugo Chávez.
La verdadera intención que perseguían los dueños de RCTV buscando su ‘cierre’ era deshacerse de la pesada nómina que tenía en el canal, sin poner a dicha nómina en su contra.
Al provocar al Estado para que decidiera no renovar la concesión, como se le ordenaba en el decreto 1.577, RCTV salía de una deuda que, solo en Seguro Social, representaba unos 2.486.719.310,54 dólares. Esta táctica la manejaba Granier desde mucho antes de la decisión del Presidente Chávez, y ya lo había comentado a sus gerentes, según revelación del periodista y exempleado de RCTV, José Antonio Goncalves.
Y tal como le fue predicho a Goncalves, ocurrió: La primera reducción de personal la logra RCTV en 2007, con la no renovación a la concesión de su señal abierta, y la segunda la logra en 2010, cuando decidió no someterse al reglamento aprobado por CONATEL, a petición de la Cámara Venezolana de Televisión por Suscripción (CAVETESU), que estableció las responsabilidades de las televisoras por suscripción hechas en Venezuela, de esa forma RCTV se libró de responsabilidades y asumió su situación actual: Una productora de televisión (que incluye doblaje, y servicios de personal y talento para producciones audiovisuales), donde se trabaja por contratos a tiempo determinado, salvo algunos empleados básicos, y donde se alquilan los estudios (con dicho personal) a televisoras extranjeras para producir dramáticos. Las televisoras pagan en dólares a los directivos, y los directivos pagan en bolívares a su personal.
Pero la mala gerencia de RCTV en lo laboral, no fue contagiosa. No solo las posibilidades laborales dentro del sector televisión se ampliaron con la Producción Nacional Independiente, sino que la novedosa Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, última gran ley aprobada por el presidente Hugo Chávez, si bien no se ha traducido en innovación dentro de la programación televisiva en Venezuela (porque lamentablemente, la TV privada persiste en su oposición, velada en la pantalla, radical en la visión empresarial, logró algo que nunca se había pensado posible: Que las y los trabajadores de la TV, salvo ciertas áreas, tengan jornada laboral fija, con horario de salida, sin que por ello se cerrara ningún canal (o ninguno provocara su cierre) dentro del 78% de dominio que tiene la TV privada en Venezuela.
De aquellas lecciones, a nuestra realidad actual
Hace una década, la noche del 27 de mayo de 2007, una TV de visión extranjera, que no representaba los valores nacionales, ni los de sus trabajadores, ni una forma venezolana de hacer televisión, ni el deseo de respetar al Estado venezolano, sus leyes, y autoridades, cerró su ciclo en la historia. La experiencia vivida por Venezuela en 2007, vale para 2017, cuando el reto del gobierno de hoy es vencer el chantaje de una clase política y económica que, así como a RCTV, le llegó su despedida.
El pasado domingo, 30 de julio, casi la misma cantidad de venezolanos que eligieron a Hugo Chávez en su última campaña de 2012 (8.089.320 electores, de 8.191.132 que fueron entonces), decidió elegir, entre casi 6000 candidatos y candidatas, a los 545 integrantes la Asamblea Nacional Constituyente, iniciativa del Presidente Nicolás Maduro según el artículo 348 de la Constitución, para garantizar la paz, diseñar un modelo económico post-petrolero, constitucionalizar las misiones y grandes misiones, definir la venezolanidad a través de valores nacionales y diversidad cultural, desarrollar políticas para la juventud nacional, y políticas para la salvación del planeta, partiendo desde nuestra biodiversidad.
Esos 8.089.320 electores fueron la respuesta que explicó el porqué de tantas violaciones intencionales a la Ley, y tanta violencia, por parte de los políticos de la derecha y ultra-derecha, agrupados en la MUD.
Con esa cifra de electores era imposible revocar al presidente Maduro (la oposición obtuvo más votos en las legislativas de 2015 -7.726.066- que Maduro en 2013 – 7.505.338 – pero si Maduro sacaba la cifra de la Constituyente, no habría remoción)
Esto explica por qué Acción Democrática no quería revocatorio, y por qué Primero Justicia presentó absurdas irregularidades en algo tan sencillo como recoger el 1% del padrón electoral, buscando, no solo que el CNE invalidara el proceso, sino eludir su responsabilidad en el mismo.
Esa cifra también explica la violencia de estos 100 días, donde la MUD buscó evitar que la opinión pública supiera que sus partidos no habían recogido las firmas para mantenerse legales.
Esa cifra explica también por qué, ante la negativa de Venezuela de participar en la violencia, presentaran el plebiscito intrascendente del 16 de julio, que buscaba engañar a los medios internacionales con un número a favor de la oposición, que fuera demostración de mayoría si la Constituyente obtenía un número menor. El resultado de ese día (se habla de solo 600 mil asistentes) también explicó por qué no lanzaron candidatos para la Constituyente.
Y finalmente, esa cifra explica por qué, días antes de lo inevitable, amenazaron a los vecinos de las zonas que ellos tenían tomadas por la violencia, trancaron con barricadas, e incluso trancaron sus propios edificios, con candados, con pega, rompiendo cerraduras, lo cual les resultó peor: Al habilitar el Poliedro de Caracas como centro de votación para todas esas zonas se pudo ver en masa lo que, colocado en centros de votación, hubiera podido ocultarse: una masiva asistencia al evento.
La intención era clara: Que no se supiera que la Revolución Bolivariana sigue representando la mayoría, y que ellos ganaron aquellas elecciones de 2015 por abstención.
Hoy la verdad está en la mesa, y tal como en el caso de RCTV, las fechas hablan: El 4 de agosto nació una nueva clase política, conformada no solo por políticos, sino por empresarios, cultores, campesinos, trabajadores del sector público, privado e independiente, estudiantes y pueblos originarios, que no solo debatirán los cambios que debe tener la Constitución, sino también tomarán medidas drásticas, para acabar con la violencia política que la oposición ha representado, aliada con medios como RCTV, desde el propio golpe de Estado de abril de 2002 hasta hoy, sin ninguna intención de cambiar.
Como con RCTV, el inminente y cercano fin de esta violencia política que representó la MUD seguirá, por un rato, trayendo conatos de violencia, y resistencia al cambio.
Pero hace 10 años aprendimos que, si nos mantenemos firmes, y no caemos en chantajes, superaremos etapas. Al terminar esta violencia, veremos que nadie recordará a la MUD, tal como ocurrió con ese canal que ya no se acuerda nadie, salvo aquellos que analizamos la comunicación, difundiendo su historia, para no repetir lo que ya superamos, y para que siempre sepas, por qué terminó la vieja televisión.