“Trabaja duro en silencio y deja que tu éxito haga todo el ruido” dice una muy popular frase que circula en las redes sociales. El éxito, esa vieja obsesión del ser humano, anhelado por la mayoría en público o en privado, transforma la forma en que observas el mundo que te rodea: el arte, la música, la gente, todo, aunque con frecuencia no repares en ello.
El éxito de una película, por ejemplo, facilita que llegue a una cantidad mayor de público e incluso, genera el halago de la mayoría, sin importar si la han visto o no. Cuando se estrenó “Desde allá”, la exitosa cinta venezolana, estoy segura de que muchos se acercaron a verla solamente para corroborar si la película de Lorenzo Vigas merecía o no tantos reconocimientos.
Las cintas que corren con la suerte de hacerse conocidas, populares o aquellas que ganan premios –merecidos o no- tienen muchas más posibilidades de llegar a grandes audiencias. Sin embargo, esto no significa que son mejores (de mayor calidad) que otras que han pasado “por debajo de la mesa”.
Sucede algo similar con los actores, directores y el resto de personalidades vinculadas al mundo del cine, los “más famosos” obtienen un mayor reconocimiento, al menos, a los ojos del público.
En tiempos de redes sociales y del amor exacerbado por las tendencias y la inmediatez, algunas personas escogen las películas que les interesan dejándose llevar por lo “exitosas” que han sido. Desechando, en ocasiones, otras cintas de gran calidad, pero que no corrieron con la misma suerte.
Así como los mejores contenidos no son los que se viralizan en redes sociales y por el contrario, existe una gran tendencia a exponer la miseria, lo superficial o aquello que para la mayoría resulta más digerible. Las mejores películas no son necesariamente aquellas que gozan de mayor popularidad o las que han sido más “exitosas”.
Tenemos que tomar en cuenta que algunas cintas taquilleras gozan de una promoción descomunal, la cual se encarga de bombardear al público en todo momento, en diversas plataformas, las 24 horas al día.
Por el contrario, las producciones independientes no son publicitadas de esta manera, por ello, en muchas ocasiones, pueden pasar desapercibidas.
Claro que, esta no es una regla inalterable, hay cintas muy “exitosas” y que cuentan con una campaña publicitaria grande que podrían considerarse obras de arte. Así mismo, hay películas independientes mediocres, que realmente merecen el olvido.
No obstante, el único modo de separar a unas de otras es dándonos la oportunidad de verlas. Sin embargo, es precisamente esto lo que casi nunca sucede, ya que la mayoría de la gente –quizás por flojera mental- tiene la tendencia de acceder solamente a aquello que se ha rotulado como “exitoso”, “premiado”, “importante”, “oscarizado” o aquello que se viraliza vía redes sociales.
Y el buen cine es viral en contadas ocasiones, la mayoría de las veces hay que escarbar, revisar, dudar, no dar por sentado que una película será de nuestro agrado porque ha tenido “éxito”.
Es sano y recomendable, si lo que se quiere es formarse un criterio propio en materia cinematográfica, acercarnos a filmes, más allá de sus reconocimientos o del “éxito” que tengan en taquilla.
A veces, la calidad y la belleza en materia fílmica son, como el bien, en palabras de Facundo Cabral: “el bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso”.