Al terminar la última estrofa del Gloria al Bravo Pueblo: “…La ley respetando, la virtud y honor”, siempre, aun desde niño, he sentido el impulso de aplaudir.
Pero nunca me dejaron
En la escuela de mi niñez, la “Domingo Faustino Sarmiento” de la avenida Bogotá en Los Caobos; todos los lunes izábamos la bandera mientras entonábamos nuestro Himno Nacional y siempre, tan entusiasta como yo, algún despistado ignorante de la norma dejaba correr la emoción y aplaudía.
-¡El Himno no se aplaude!, era el regaño que se escuchaba en boca de alguna maestra, tan fosilizada en la norma como la mayoría de los venezolanos que crecimos con una falsa idea del respeto a nuestros símbolos patrios.
Pero… ¿por qué no podemos aplaudir el Himno?, me preguntaba desde la ingenuidad de mis siete años.
La respuesta me la dio El Tano el jueves pasado, en medio de una reunión con el Estado Mayor de la Cultura y lo hizo refiriéndose al “silencio sepulcral” que nos aturdió el 5 de julio en la Asamblea Nacional, en el acto de develación del Acta de Independencia.
En medio del dramático momento por el que atraviesa nuestra Revolución, nuestro Himno, más que nunca, es símbolo de lucha y de valentía, es convocatoria a la batalla y certeza de la victoria, y si eso, digo yo, no es digno de aplauso, entonces, ¿qué lo es?
Refirió El Tano que jugando la selección chilena de fútbol contra un equipo europeo, tras derrotarle, la prensa del día siguiente reseñó que la victoria de Chile comenzó con sus jugadores cantando orgullosos, aguerridos y aplaudiendo a rabiar el himno de su país.
Por eso, la próxima vez que le manden a callar cuando aplauda nuestro Himno, siga sus impulsos y recuerde que los símbolos patrios no se irrespetan porque se les aplauda, sino porque se les ignore.
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Caracas