Sin Asco. «El callejon» crónicas breves de una ciudad que no se presta (II)

ME ENGAÑÉ A MÍ MISMA,
COMO YO SABÍA,
TE LO DIJE, YO SOY PROBLEMÁTICA,
TÚ SABES QUE NO SOY BUENA.
You Know I’m No Good. Amy Winehouse

El Callejon 1:39

-Tengo 7 meses, pero aún no he nacido, mi mamá y yo llevamos más de 24 horas sin dormir. Estoy curda y jalada.

Hilarante y hasta el ojo, con un discurso político desenfrenado y desafiante, Amanda tenía 7 meses de embarazo y estaba allí contenida por la pelvis y por el decorado. Decía que era arquitecto, todos la conocían excepto yo, parecía que iba a parir en cualquier momento, entonces me tomó de la mano y la puso sobre su barriga, la viajera de su vientre aún no tenía nombre, allá adentro latía su pequeño corazón.

Amanda era muy persuasiva, sin darnos cuenta nos hicimos sus amigos, una artista de los sistemas, ovejas negras cuidando ovejas descarriadas, tenía cara de surfista, burguesita y transgresora, malandra.

Cuando nos dijo que tenía muchas ganas de coger, lo terminaba de comprobar, las miradas periféricas se fueron hacia la otra esquina de la barra, el comentario sirvió para que el ruso pidiera una ronda rascándose las bolas.

La susy cantaba en la otra esquina con un sentimiento cercano a la tragedia de la canción, sentimiento vallenato, estallándose los pechos casi llorando respiró y dijo.

– Esa canción me recuerda a mi primer novio, el chamo era malandro y se mató jugando la ruleta rusa.

Me pregunté cuál era la diversión en ese lugar, y cuál era la razón que lo había llevado a jugar la ruleta rusa a ese pobre infeliz, las respuestas vinieron con una cachetada, a los bares no se les hace esa pregunta y a las putas no se les indaga tanto en sus tristezas. A mí me conocía el dueño y alguno que otro dealer, pero el carro de la seguridad era autónomo, lo llevaba el hampa. De pronto apareció el ascensor en medio de los reclamos y las transacciones fallidas. Al ruso le tocó pagar con el reloj las tres rondas que nos bebimos, en medio de esto fue que salió Rommel salvando la patria.

¿Quien es este tipo? Me preguntó, como cualquiera lo haría.

–  A Diego le dio por chuleárselo y yo le compré la idea.

– Sí, pero quién es.

– Disque un diplomático Ruso, pero siempre supe que era una estafa.

Rommel nunca entendió por qué nos lanzamos esa aventura, era el día de las putas había que relajarse.

– Acabo de pasar 100 en efectivo, ¿cuántas compramos? Pide cerveza que yo invito.

Dos minutos después todos brindábamos mientras pasábamos de Amy Winehouse a Farruco.

En esta distopía nos habíamos creído cualquier historia cierta o no, es la verdad y en esa complicidad, ya que si no hay complicidad no hay juego, recordé que el adentro está afuera, que cada quien libra consigo mismo una batalla, que la prisión no es solo para los condenados o los culpables. Los nómadas somos máquinas de guerra en un desierto decadente donde uno se mantiene de pie como pueda.

A esta hora el ruso se desdibujaba de su forma rollisa tipo buda, proveedor de prosperidad como un holograma defectuoso. Amanda sería la flecha para las anfetaminas y Rommel ya empezaba a pichar birras.

Ilustración: Cesaria

César Vázquez

Escritor, realizador y artista visual. Cursó estudios de filosofía en la Universidad Central de Venezuela y Artes Visuales en la Escuela de Artes Cristóbal Rojas. Ha participado en salones de arte nacionales e internacionales, festivales de cine, publicaciones editoriales y digitales. En el 2015 gana el segundo lugar del premio nacional de Crónica Urbana. Sus principales ejes narrativos se vinculan a la cultura, la política y la estética.