Nadie duda que las guerras contemporáneas se libran prioritariamente en el ámbito mediático. Mentir en 140 caracteres y apoyar su mentirosa “verdad” con una gráfica difunda en tuíter, puede ser absolutamente exterminador o convertirse en “la madre de todas las zancadillas” aplicada contra un Estado soberano, para su destrucción y posterior invasión.
Afganistán, cuya invasión, por parte de los Estados Unidos, se inició en octubre de 2001, con el pretexto de buscar a Osama Bin Landen, acaba de ser blanco reciente de “la madre de todas las bombas” no nucleares, conocidas hasta el presente. Con una carga estimada en 10 toneladas de poder destructivo, la GBU-43/B Massive Ordenance Air Blaste bomb (MOAB), es el más mortífero proyectil usado por el guerrerista y fabricante de armas que hoy ocupa la Casa Blanca estadounidense, en calidad de presidente.
Los antecedentes del ensañamiento imperialista, yanqui-sionista, fueron fotografiados y recogidos en películas y videos el 11 de septiembre del mismo año 2001, cuando “en vivo” se transmitía para el mundo la destrucción de las torres gemelas ubicadas en Nueva York, como emblemas del capital financiero mundial y del poderío económico estadounidense. Necesitados de reafirmarse mundialmente como imperio económico, político y militar, a la destrucción del símbolo arquitectónico le siguió la proliferación de millones de zancadillas fotográficas que mostraban el rostro de un personaje, tildado de terrorista y cuyo nombre, Osama Bin Laden, sería objetivo a perseguir y destruir durante la realización de la operación de exterminio contra Afganistán, bajo el nombre de “Libertad Duradera”.
Ni Bin Laden era tan peligroso ni Afganistán tan enemigo de los Estados Unidos. Se trataba sí de un país petrolero, soberano y antiimperialista que permitiría al imperio yanqui-sionista, amenazar y contener al mundo insurgente y contrahegemónico surgido luego de la llamada “guerra fría”. La geometría imperialista del poder imponía nuevos retos al asiento político del capitalismo, hasta el punto de no detenerse en la aplicación de autoagresiones en el campo simbólico, como el autoatentado contra las edificaciones de Word Trade Center, en Nueva York.
El pueblo islámico escogido como blanco para los ataques imperiales no es el único. Libia, Irak, Siria y Ucrania, entre otros, forman parte de la estratégica aplicación de las zancadillas fotográficas que anteceden invasiones, destrucción y muerte, destinadas a perpetuar el poder imperial y el control hegemónico de las culturas que pudiesen representarles un peligro como “amenaza inusual y extraordinaria”.
Venezuela es fotografiada prolijamente en la actualidad. La “zancadilla fotográfica” que se tiende a diario en cada uno de los focos subversivos y terroristas que se montan en urbanizaciones pequeñoburguesas de grandes ciudades venezolanas, está destinada a tumbarnos, a tumbar el gobierno que preside, legítima y constitucionalmente, Nicolás Maduro, hasta derrocar nuestra memoria y nuestra soberanía, tan sólo por controlar la mayor reserva petrolera mundial y asegurarse una cuantas décadas más de sobrevivencia imperialista del capital y sus centros de poder.
El cuadro de enfoque cerrado que muestra a unos violentos que riegan –indistintamente- mierda, piedras, fuego o proyectiles percutibles contra fuerzas uniformadas y desarmadas, del orden público venezolano, pretende mentir con una “verdad” represiva y caótica acentuada en imágenes muy bien logradas.
No dicen la verdad. La fotografía es transmitida y difundida por el mundo para conseguir el efecto de la zancadilla, cuyo único propósito es el de derribar a quien se la aplican. Venezuela trabaja, construye, dialoga y vive su democracia participativa y protagónica, pero el mundo la aprecia “dictatorial” y en “crisis humanitaria” desde el mentiroso cuadro gráfico del caos muy bien logrado.
Muchos países en el mundo han sido derribados por similares zancadillas. Si Venezuela no consigue plantarse con verdades comunicacionales y mediáticas desde su amorosa razón revolucionaria Bolivariana y Chavista, podría desplomarse aparatosamente ante la persistencia del terrorismo foquista. Allí está el desafío para alcanzar la victoria como patria, pero la amenaza mediática imperial es tan cierta y contundente como la “madre de todas las bombas” que sigue de cerca a la “madre de todas las zancadillas”.
Ilustración: Xulio Formoso