Ella, mi mamá

Ya yo les había contado que yo no me llamo Victoria por casualidad, yo fui buscada y requete deseada por mis padres y por eso fue un verdadero logro mi llegada a este mundo, además que así pude darle el título de progenitores a este par y en especial a esa señora, a ella, mi mamá.

Siempre escribir o hablar de nuestras mamás se vuelve un tema hasta competitivo por aquello de que «Madre hay una sola», pero se torna una realidad increíble cuando te toca (como a mí) un ser tan especial.

Hay quienes se burlan de las ocurrencias y anécdotas con sus progenitoras y yo no voy a ser la excepción. Aquí les dejo un par de cuentos para que conozcan a la señora que me parió, a Ella.

El verde es para atender

No es que ella sufra de tecnofobia ni que le falte inteligencia ni mucho menos solo que, por aquello de la brecha generacional, hay cosas que le cuesta un poquito más, sobretodo lo que tiene que ver con aparatos tecnológicos y esas cosas. Ella se preocupa por aprender y a veces me sorprendo con los avances que tiene con respecto al manejo de redes sociales y tecnologías, en especial cuando muy dulcemente, te rebota las 37892619 cadenas que le llegan a su whatsapp, porque le parecieron bonitas o porque tienen un mensaje que vale la pena que leamos. A veces le baja el volumen sin necesidad o retrocede de más para ver un detalle y no se preocupa en volver al tiempo real de transmisión y me entero de los goles 2 días después, un día de estos Ella casi que gritará como He-man: «Yo tengo el poder» y alzará el control remoto.

Ajá, va el cuento. Encima de la mesa ratona de la sala de mi casa estaban: el control remoto del directv, que es largo, blanco con negro, con 4 botones de colores, uno azul, uno rojo, otro amarillo y uno verde; además está el control remoto del DVD, que es todo gris y con un solo botón rojo oscuro; está también el control remoto del blueray, que es chiquito, plano y negro; el teléfono inalámbrico de la casa, que es grande, negro y con un botón amarillo y por último su celular que es rojo con negro. Esa tarde mientras veíamos televisión, sonó el teléfono de mi casa. Ella primero levantó el control del DVD, el gris y nada que dejaba de sonar, luego el del blueray y no podía entender por qué no se callaba. «Aló, aló, esto no sirve». Entonces le pregunté: «má, ¿qué estás haciendo?» y fue cuando agarró el del Directv y comenzó a presionar todos los botones y uno en particular. Seguía repicando el teléfono y ella nos preguntaba: «¿es en el verde que se le da para atender, no?». Continuaba sonando el aparato y al darse cuenta que había tomado el equivocado, procedió a levantar su celular y a darle a todas las teclas, hasta que se cayó la llamada.

Acto seguido, la carcajada de ambas hijas se prolongó por varios minutos mientras ella decía: «búrlense, búrlense».

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Pronunciación imposible

Yo no soy políglota pero manejo varios idiomas, al menos lo básico del inglés, francés y portugués. Mi hermana es profesora de inglés y su pronunciación es impecable. Esto siempre ha sido un orgullo para Ella. Asegura que se siente maravillada cuando nos escucha pronunciar, con tanta facilidad, las otras lenguas que podemos hablar. Ella, por su parte, no es muy buena en el área (otra cosita más para que nos podamos reír un poco de y con ella). El día que estábamos viendo en TV la película de Dreamworks «Shrek» intentamos (sin éxito) que pronunciara el nombre del protagonista y lo que conseguimos fue: «Cherck», «Esrregg», «Shent», al tercer intento frustrado ya yo estaba llorando de la risa y revolcándome en el piso. No hubo manera de que su lengua rebotara en el paladar para que dijera «Shrek» correctamente, sin que sonara como si estuviera ahogándose con saliva, casi se parecía a otro personaje de Tolkien repitiendo «Gollum, Gollum». Luego de ese episodio, Ella optó por decirle «el monstruo grande y verde», a lo que ahora le preguntamos en son de joda si se está refiriendo a Hulk.

Es que cómo no reírnos cuando una vez quiso citar la frase del personaje de ToyStory Buzzlightyear y dijo: «arriba, arriba, lejos…», en vez de al infinito y más allá. O cuando me quiso contar sobre el último vídeo de «Chino y CHANO». Ella es demasiado divertida.

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En el olvido

Me preocupo y se encienden todas mis alarmas cuando se le olvidan algunas cosas, por aquello del Alzheimer pero a veces llega a los extremos, como cuando una vez «mágicamente» desapareció el único teléfono inalámbrico de la casa. Lo buscamos por todos lados, en todos los cuartos, debajo de los cojines del sofá, nos llamábamos desde los celulares para que sonara pero no lo escuchábamos. ¿Cómo lo íbamos a escuchar? si apareció varias horas más tarde escondido entre las bandejas de milanesa y el caldo de pollo, dentro del congelador. Ella estaba atendiendo una llamada mientras guardaba algunas cosas y cuando colgó siguió con la faena y guardó el teléfono también.

Debo tener una referencia y/o adjetivo para cada persona de la que quiera hablar, como referencia para activar su memoria. «Sabes Manolo, El Guaro» o «Ay mamá ella es una de las nefastas» porque por más que se la pase haciendo crucigramas, sopas de letras y sudokus, el almanaque no perdona y su capacidad de almacenamiento va mermando con la edad.

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Lo cierto es que por más que nos causen gracia algunas de sus peculiaridades y limitaciones, Ella siempre está allí. De madrugada para mandarte un texto y saber dónde y cómo estás, si no has llegado a casa aún. No importa si es para reclamarte que no has lavado los potes plásticos, en los que te manda el almuerzo y se convierta en la neoinquisición auspiciada por la Tupperware. O si se trata de las innumerables veces que te pide que arregles un poco el cuarto y guardes la ropa limpia o si se te queda viendo fijamente con una mueca de sonrisa, para luego acomodarte la camisa o esconderte la tirita del sostén para que no se te vea.

Ella te dirá, gracias a su estilo elegante y pulcro para vestir, cuál zapato te queda mejor. Gracias a Ella, aprendí a combinar la ropa y saber que los zarcillos largos no van con collar ni camisas con cuello en V. No faltarán las veces que recuerde lo hermoso que eran tus rizos antes de que te dañaras el cabello con «tus tintes locos y esos desrices que te haces». Siempre te contará que se encontró con fulana, la que trabajaba con ella en la oficina y destacará que está «flaquísima», con esa sutileza para decirte que tú estás gorda, (aunque eso sea un tema de profunda preocupación por tu salud).

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No la cambio por nada

A pesar de no haber estudiado periodismo, le encanta saber los intringulis de tu oficina o círculo de amistades. Ella te preguntará mil veces si te tomaste la pastilla o si te echaste la cremita que te curará las afecciones de la piel, seguido de la orden: «Ay hija, no te pellizques la cara, que te van a quedar marcas». Te recomendará un trillón de veces que te abrigues y te encasquetará un suéter cada vez que sales, porque está haciendo mucho frío afuera, así vivas en Maracaibo. También se armará de paciencia cada vez que le respondas feo y se guardará esa bofetada que seguramente te mereces por «respondona».

No dudará en escucharte muy atenta a tus historias de corazón roto y te dará los mejores consejos que tiene para que sigas adelante con tu vida sin quedarte pegada en el guayabo ese. Ella tiene la costumbre de interrumpir mientras estoy echando un cuento, siempre para hacer un comentario o cuando cree que sabe lo que voy a decirle, así y lo diga ella primero, aún cuando no haya estado en el lugar o esté equivocada. Nunca te deja echar un cuento completo.

Es la reina y soberana del festival del chinazos, al menos uno diario (es casi un récord). Se la pasa diciendo que fulanito se parece a sutanito aún cuando no guarden ninguna similitud de rasgos físicos. Si le nombran un apellido que ella reconoce, se tratará muy seguramente del hijo de alguien que estudió con ella en la universidad o es primo del muchacho que traía los quesos a la oficina, ella estará convencida de eso y te lo porfiará hasta que le demuestres lo contrario.

Cada vez que Ella habla de sus hijas con sus amigas, se le ilumina el rostro y no le caben en la boca los adjetivos de orgullo y felicidad para describir la vida de ambas, aún cuando para nosotras no sea tan así.

Agradecimientos

Ella se vacila aprender las nuevas expresiones del argot urbano y se escucha demasiado cuchi diciendo, «Te tengo un beta». Ella aún baila mientras cocina y escucha guarachas y danzones de cuando Ella «tenía quince«, le encanta la Billos, La Orquesta Aragón, Cheo Feliciano, Juan Luis Guerra, Gal Costa, María Bethania y Chico Buarque. Gracias a Ella conocí y aprendí a amar a Queen (aunque Ella insista en que Lady Gaga, les robó el nombre de una canción) y a La Fania, Los Beatles, por ella bailo hasta pico pico, porque dicen que mientras yo estaba en su barriga, Ella bailaba Che Che Colé y Damirón.

Ella ya está jubilada y pudiera dormir hasta tarde si quisiera, pero se levanta para hacerme unas arepitas todos los días y me consiente comprándome chucherías (aún después de vieja). Se aguantaba cuando mi hermana, por solo joderle la paciencia, le perreaba con reggaeton y le daba nalgadas o la abrazaba con fuerza y la aplastaba contra el sofá. Ese sofá donde cada noche se queda dormida viendo televisión pero que ni se te ocurra cambiarle el canal. Ella le habla a los lirios que tiene sembrados en el balcón y se queda asombrada pegada al balcón, cuando hay luna llena. Las guacamayas pasan todas las tardes y le traen los chismes del día. Siempre me pide «un mordisquito» de lo que sea que esté comiendo. Prepara la mejor torta de zanahorias de la galaxia entera, el puré de batatas más sabroso del universo y el mejor cazón guisado del mundo mundial.

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Dicen que uno termina por convertirse en la versión mejorada y más intensa de nuestras madres, tomaré lo bueno de ella (que es bastante) y lo elevaré a la n potencia. Seré la mejor. Toda una pro. Tengo a la mejor maestra. Trataré, si algún día tengo la dicha de ser madre, de no ser sobreprotectora ni invasiva, repetiré los consejos que me han servido tanto. La defiendo con toda el alma, de los cobardes y truhanes que pretenden ofenderle o agredirla.

Gracias por darme el aliento, por perdonarme mis constantes errores, por transmitirme esa bondad, solidaridad y generosidad que te caracteriza, gracias por preocuparte por mi salud, gracias por enseñarme a dar gracias por todo lo que tenemos, gracias por acompañarme a caminar y a hacer ejercicio en Los Próceres, gracias por prepararme el remedio de miel y limón para mis pechugueras, gracias por tomarme de la mano, gracias por ser la fan número uno y publicista estrella de mis producciones radiales y escritos en este portal, por defenderme de los truenos malvados y en fin, gracias por aguantarme todo este tiempo, sé que no ha sido nada fácil por ser ésta, tu primera vez como mamá. Gracias.

Te amo demasiado así, «arriba, arriba y lejos»

 

Victoria Torres

Periodista, melodramática y brontofóbica. Contra todo pronóstico, fiel creyente de la amistad y de que un mundo mejor es posible. Responsable y dueña de lo que escribo y sueño, que ahora comparto con aquellos que están tan locos como yo.