Ningún hijo es más insoportable que el hijo del vecino. Esa máxima me la enseñó una vecina cuyos hijos eran verdaderamente insoportables y a pesar de ello se la vive criticando a los hijos de los demás. Es la naturaleza humana de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio, con el agravante de ocultar bajo la alfombra los errores que como padres, cometemos en la crianza de los niños.
Es normal que busquemos y encontremos mayores defectos en las personas ajenas que en las cercanas, pero el acto heroico de hallar errores conductuales propios con la finalidad de corregirlos, se encuentra poco en nuestra sociedad. Y aunque es normal que estas cosas ocurran, su cotidianidad no puede evitar que estos hechos nos resulten molestos generen problemas mayores.
La crianza de nuestros hijos es un acto de constante ensayo y error, pero sobre todo de profundas correcciones que debemos tener en cuenta de manera permanente. Pero también hay que estar atentos a las alarmas que se encienden más allá de las paredes de nuestro hogar, puesto que nuestros pequeños no serán sólo nuestros de manera permanente y tendrá que encontrarse con una sociedad que no siempre será tan gentil con ellos como nosotros, sus padres.
Durante la crianza de Miguel he visto mis aciertos y mis errores como padre, sobre todo cuando los resultados son valorados por terceros. Desde la satisfacción que otorga la apreciación de sus avances cognoscitivos, hasta el rechazo que algunos pueden tener por sus reacciones efusivas que catalogan como mal comportamiento. Ciertamente Miguel es un niño sano, inteligente y muy avispado para sus cuatro años, pero también debo reconocer que su poca capacidad para mantenerse quieto y sus explosivas formas de expresarse cuando tiene emociones intensas, pueden perturbar a algunas personas.
Entendiendo que nuestros hijos no son nuestros, sino hijos de la vida, es preciso que nuestra atención también se dirija hacia el entorno en el cual se forman los muchachos, pues no están aislados del resto del mundo y es allí justamente donde ellos se van a criar. Los juicios que de nuestros hijos haga los demás, deben importarnos en la medida en que los valores que les inculcamos no se vean vulnerados
Somos seres sociales y en esa medida debemos aprender a defendernos en sociedad. Nuestra forma de relacionarnos con otros debe ser inculcada desde los primeros pasos, pues de allí la base real que les demos para el resto de sus vidas a nuestros hijos. Sin olvidar la importancia de criar seres auténticos, plenos y libres en su individualidad, debemos indicarles que nuestra vida en sociedad y todo aquello que hagamos, siempre tendrá repercusión en otras personas.