Manuel Xavier Rodríguez Erdoíza nació en Santiago el 27 de febrero de 1785. Fue considerado uno de los gestores de la independencia de Chile y uno de los Padres de la Patria. Su historia es la historia de un libertario que participó activamente en los sucesos de la Patria Grande y posteriormente en la Independencia.
Uno de los héroes de Chile que siempre me atrajo fue Manuel Rodríguez. Mi primer acercamiento fue por la canción “El cautivo de Til Til”, donde hablan de su muerte. Mi segundo acercamiento fue la película sobre la vida de éste ícono de la resistencia oculta de Chile, realizado en 1925 que tenía por título “El húsar de la muerte”. Luego pude ver el cortometraje de 1910, “Manuel Rodríguez”, realizado en 1910 en conmemoración del centenario de la independencia de Chile. sobre éste último un diario de la época decía:
“Una de las vistas más hermosas que se puedan ofrecer al público, por ser en primer lugar patriótica, pues vemos los hechos más emocionantes de la vida agitada del guerrillero Manuel Rodríguez y en segundo lugar por sus paisajes. Con esta película se estrena la ejecución de esta clase de trabajos en el país». Diario El Ferrocarril, Santiago, 10 de septiembre de 1910.
Manuel Rodríguez fue un guerrillero de la independencia, fue el que minaba las fuerzas realistas, el que fortalecía los espíritus después de la derrota. Así cuenta la historia que después de la batalla de Rancagua, celebrando los españoles les envía una nota: «No alegrarse demasiado. Se acerca la hora de la libertad. Mueran los tiranos ¡Viva la Patria!».
En ese momento parte con O’Higgins y Carreras a Mendoza, donde se unen a San Martín para iniciar la liberación de Chile y Perú. Allí inicia una amistad con el General argentino que, por idea de Rodríguez lo envía nuevamente a Chile a organizar la resistencia y poder tener dos frentes, uno interno. De esa época viene su fama de audaz, infiltrándose disfrazado en la misma casa de los realistas. O como cuenta la historia, le abrió la puerta del carruaje al mismo Marco del Pont, gobernador español de Chile y éste sin reconocerlo le dio una moneda. O entrar a fiestas disfrazado de mujer o sacerdote. Más allá de estas anécdotas, conformó un grupo de guerrilla que mantuvo a los realistas ocupados y una red de espionaje que logró obtener valiosa información, pero su mayor logro fue la toma de San Fernando y dividir las fuerzas de los españoles. Con un grupo de 50 hombres bajo el mando de Salas toma la ciudad, haciéndoles creer a los españoles que eran atacados por una gran fuerza con muchos cañones, cuando éstos sólo eran caballos arrastrando rastras de cuero con piedra que producían el mismo ruido que los cañones. Ante el ruido los españoles huyeron abandonando la ciudad.
Una vez producido el cruce de los Andes por el ejército Libertador, se produce el triunfo de Chacabuco que hizo olvidar a la derrota de Rancagua. Pero no todo fue gloria, las tropas revolucionarias son sorprendidas de noche en Cancha Rayada y derrotadas. Se produjo una nueva retirada y fue Manuel Rodríguez con el grito de: «¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!» Insufló los ánimos. Organizó la resistencia. El pueblo lo vio como perteneciente a la Junta Delegada y lo acompañó. Es allí donde crea el escuadrón Húsares de la Muerte con los cuales organizó la resistencia de Santiago ante el próximo ataque de los españoles.
A la llegada de O’Higgins herido en la batalla, Rodríguez le entrega el mando y se pone a sus órdenes. Pero la enemistad entre ambos ya era manifiesta, dicen que Rodríguez era Carrerista contrario a O’Higgins cosa que es cierta, pero también es cierto que en su momento tuvo actitudes contrarias a los Carreras. Lo cierto es que después de la triunfal batalla de Maipú donde las tropas libertadoras vencen totalmente a los españoles y donde los Húsares de la muerte, estando en la retaguardia por órdenes de O’Higgins, realizan la carga final, Rodríguez es considerado un rebelde que no acata órdenes. El escritor Benjamín Vicuña Mackenna narra un supuesto diálogo entre Rodriguez y O’Higgins donde este le reclama a Manuel su rebeldía y por lo tanto que hasta que se calme ese espíritu rebelde, lo enviaba como representante a Norteamérica. Lo que el guerrillero responde: «Usted ha conocido, señor Director, perfectamente, mi genio. Soy de los que creen que los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada año a lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y es tan arraigada esta idea en mí, que si fuese Director y no encontrase quien me hiciera la revolución, me la haría yo mismo. ¿No sabe que también se la traté de hacer a mis amigos los Carrera?”
La respuesta del Director fue arrestarlo y prepararlo para su envío fuera del país. Es en ese momento donde trasladado a la prisión de Quillota, en el paraje de Til Til, es asesinado con un tiro en la espalda por el Teniente Navarro, quien confiesa que actuó bajo las ordenes de Monteagudo.
Sus resto fueron trasladados a Santiago y supuestamente sepultado en el cementerio General. Sobre quien dio la orden mucho se especuló. Algunos dicen que O’Higgins otros dicen que la Logia Lautaro, lo cierto es que Manuel Rodríguez fue un espíritu díscolo que estaba en contra de cualquiera que se asentara en el poder por mucho tiempo y, quizás esa fue la verdadera causa de su muerte.