Dakota Fanning llegó a la edad adulta hace algunos años y creo que todavía no ha podido realizar proyectos que superen a los que hizo de niña. A muchos niños estrella les cuesta pasar el umbral de la infancia a la adultez, Shirley Temple es el caso más emblemático de cómo una niña que tuvo una vida profesional fructífera se marchitó al llegar a la edad adulta. Aunque también es cierto que desde Elizabeth Taylor pasando por Natalie Portman, Kristen Stewart, Christian Bale o Jodie Foster, muchos actores han logrado tener una buena carrera profesional durante diversas etapas de sus vidas.
Si Dakota Fanning logrará o no pasar su vida filmando y superarse a sí misma en sus primeros trabajos en la industria del cine, el tiempo lo dirá, por lo pronto podemos verla en esta película cuya figura principal es el veterano actor Richard Gere, quien cuenta con una carrera llena de momentos cinematográficos memorables, pero como en la vida siempre hay excepciones, esta cinta no estará incluida en ellos.
No hay nada peor que una película que quiere ser lo que no es o mejor dicho que desea mostrar una profundidad de la que carece. Con este tipo de filmes pasa igual que con esa gente que quiere ser “profunda” a la fuerza, que viven posando permanentemente para ser aceptados por los otros. Querer ser, fingir, aparentar, no basta para llegar a convertirnos en lo que aspiramos.
En el cine –y en la vida- las imposturas se notan y no quedan bien. Más vale ser humilde y aceptar las propias limitaciones o simplemente ordenar las ideas para tener coherencia y cohesión en lo que se hace. En esta película de Andrew Renzi, quien también escribió su propio guión, se nota demasiado la impostura de los planteamientos, lo forzadas de las situaciones, aquí el “dolor” no fluye natural, se impone con una carga dramática que nunca tiene una razón. Cada escena de la cinta pretende conmover, mostrar “el alma” de los personajes, pero nunca llegas ni a entender sus motivaciones.
Franny (Richard Gere) es un filántropo millonario que disfruta ayudando a la hija de uno de sus mejores amigos, Olivia (Dakota Fanning), se supone que la quiere como a su propia hija, pero ya conocen aquel dicho popular “hay amores que matan”. Aunque este amor fílmico no se nota, no se respalda en nada, aquí sólo verás los delirios de un director que quiere hacer un drama, pero termina filmando una caricatura, que quiere conmoverte aunque nunca llegues a entender lo que desea comunicar.
Al joven Andrew Renzi, le sobra ego y le falta coherencia, le sobran ganas de ser denso, profundo y elevado, pero le faltan motivos, vínculos y sobre todo verdad, porque sus personajes son tan huecos como la maldad de las villanas en las telenovelas mayameras.
El guión de esta película parece haber sido escrito desde la incoherencia absoluta y el sin sentido de no saber que historia se quiere contar. Ni el genial Richard Gere puede salvar esta cinta excesivamente torpe.
“Un secreto entre nosotros” o “El benefactor” en su título original, es un desperdicio, de talento, de actores y de tiempo, porque cuando termine (e incluso antes) te preguntarás cuál es la razón por la que estás viendo semejante tontería.
¿Qué se cuenta? ¿Qué motivación tiene lo que se cuenta? ¿Qué es lo que causa que estos personajes sean tan sosos y premeditadamente dramáticos?
Es difícil creerse al menos un diálogo de esta película, es de lejos la peor que he visto del talentoso y ya legendario ícono del cine llamado Richard Gere. Todo un desperdicio que Dakota Fanning, tan talentosa, forme parte de este desastre.