Por: Iván Padilla Bravo
A septiembre parecieran descubrírsele las costuras. Es un mes evidente, predecible, esotérico… ¿esotérico? No, no, no. Ando buscándole atributos a esas convenciones de la humanidad, en un espectro llamado tiempo y que, finalmente no es más que un continuo sin dimensiones, infinito.
Las culturas, moldeadas por las maneras como las sociedades han producido, históricamente, sus bienes, le han dado al inaprisionable concepto de tiempo un tamaño, una textura, una tangibilidad que no tiene. El tiempo es una referencia intangible: pasado y futuro no existen, pero seguimos creyendo que sí.
Tiempo y memoria. Y pensar que hoy, al comienzo de septiembre de 2016, los pueblos amantes de la paz (que son todos, menos sus clases dominantes) no pueden evitar recordar las huellas del fascismo, justo en septiembre, cuando un triste milico traidor, en Chile, traicionaba su juramento y su patria para venderse al imperio, a la CIA, a los usureros del cobre y se convertía en presidente, pisoteando cadáveres, dejando huellas de sangre que se replicarían por más de tres lustros. Augusto Pinochet, generalmente General por aquello de la autoridad, el orden y la voz de mando, llegaría al Palacio de La Moneda en un bombardero, para querer asesinar al inmortal Compañero Presidente Salvador Allende.
Septiembre, 11 también, pero de 2001 el terrorismo de Estado gringo implosiona y doblega de muerte al símbolo del poder mundial financiero. La destrucción de las torres gemelas del Word Trade Center abriría las puertas de reafirmación imperial al poderío fascista que acababa de autoflagelarse ante los ojos del mundo, sólo para justificar e invadir países árabes productores de petróleo.
Nada casual que la planificación y ejecución terrorista de planes golpistas contra Venezuela, sea decidida por Barack Obama para este septiembre, lleno de desesperos y muy próxima su salida de la Casa Blanca. Es el momento de la “fragilidad de septiembre”, de querer y atacar a Venezuela, a su pueblo, a su Revolución Bolivariana y Chavista. Brasil, Argentina, Paraguay, Honduras, una cadena de septiembres simbólicos para detener soberanías, independencias, sociedades socialistas.
Los pueblos no son de un solo mes, sino de una vida. Venezuela no es septiembre sino una Patria socialista. Y ahora, cuando el asedio pende intenso sobre nuestro presente, lo asumimos como de lucha y en la calle estamos. El porvenir nos pertenece, en definitiva.
Ilustración: Xulio Formoso