Por: Ennio Di Marcantonio
En un típico ataque de malcriadez (no olvidemos su reacción por una información que dio un periodista ‘con carnet’ y por la afirmación de un periodista alternativo) uno de los responsables de la quiebra de VTV en el siglo XX dio estas excusas para justificar por qué él, presidente de ese canal, hace más de 30 años, no terminó su estudio gigante, abandonado en 1983
Sabemos que nos crees, no necesitamos citar el panfleto digital de propaganda que Alberto Federico Ravell fundó tras ser despedido de Globovisión por sus ex-socios (y tras darse cuenta del buen estilo de ‘Ávila TV’, que no sabe aplicar en su bodrio digital porque el fascismo, defensor de una sociedad uniforme, hace muy mal el papel de ‘irreverente’)
Así que vamos directo a citar la forma rabiosa (‘noticia’, según ellos) con la que el expresidente Ravell reaccionó ante el anuncio del actual presidente de VTV, Jordán Rodríguez, de emprender el largo proceso de terminar una de las obras improvisadas, inconclusas, del siglo XX, el estudio gigante de VTV, que te hicimos conocer en nuestro trabajo: “El estudio gigante de VTV: ¿Quién lo dejó sin terminar?”
Nos bastan pocas citas para determinar responsabilidades y, por supuesto, irresponsabilidades:
«Alberto Federico Ravell fue presidente de VTV entre 1984 y 1986. Hace ¡treinta años!…»
«Después de 17 años en el poder y de sopotocientos presidentes de la VTV roja, Jordán Rodríguez descubre una puerta que conduce al estudio ‘portentoso’…»
Lo seguro es que Ravell, al igual que los sopotocientos presidentes que junto con él desfilaron entre 1983 y 1993, cuando su partido, Acción Democrática, y COPEI, tenían todo el poder político, no solo dejaron sin terminar ese estudio gigante, mal planificado desde la raíz, sino que dejaron al ‘canal 8’ en la quiebra, y el peor de los delitos, desaparecieron al primer canal de televisión que tuvo Venezuela: la Televisora Nacional canal 5, nacida en 1952, fusionada con VTV en 1979, y quebrada en los noventa (al respecto, te invito a leer: “1996: ¡VTV, corrupción y privatización!”)
¿Puede ser tan descarado alguien que más nunca fue llamado a un cargo político, tras su desastrosa gestión, para criticar a quienes en estos 17 años, a diferencia de él, no fueron quistes en un cargo, sino llamados para otras tareas, por su gestión y lealtad al Estado, por no pretender privatizar los lugares a los que llegaban, como esas nefastas gestiones del siglo XX, lo hicieron?
Sí, sí puede. Aunque Ud. No lo crea (como dirían los poco ‘creativos’ de su paginita –mucho Ripley y poca investigación-) el picado Ravell también dijo esto: “Quizás antes que abandonen el poder también descubran que el Salto Ángel queda en Venezuela y que ésta limita al norte con el mar Caribe. Dan pena, con todo el poder nunca se hicieron responsables de nada…”
La ‘roja’ Revolución Bolivariana, no solo puso en la Constitución los límites marítimos de Venezuela que el pasado (que nunca descubrió algo tan sencillo) le regaló hasta a la pesca de arrastre, sino que (lo reconoce cualquiera que tenga un mínimo concepto técnico y estructural de cómo funciona la TV -excepto Ravell, porque eso sería reconocer su propia incompetencia-) también se hizo responsable de VTV como ninguna otra gestión.
Fue el gobierno de Hugo Chávez el que sacó a aquella VTV de la quiebra. Hoy VTV es un canal con tecnología de vanguardia, y los mejores beneficios de la televisión venezolana para sus trabajadoras y trabajadores.
Pero además, VTV tiene hoy producción nacional con audiencia, ya no necesita andar importando series ni ‘palearse’ los beneficios que produjeron las magras exportaciones audiovisuales que Ravell logró.
Como acabamos de demostrar, esta generación política, gerencial, que tiene hoy Venezuela en el gobierno, no solo cumple sus responsabilidades, sino que también resuelve desastres de ese pasado que lo único que puede exhibir es tribuna para mentir.
Cuando se trata de quedarse callado, Alberto Federico Ravell pierde toda oportunidad (y lo peor, involucra en el rollo a los pasantes que lo defienden). Sobran razones para apoyar este presente, y rechazar este pasado adeco, se quede allá, o se pretenda vender como futuro (como recientemente hizo el desafortunado diputado a quien le prestaron el parlamento para jugar a ser presidente del mismo, por un ratico).