Ética del suicidio

Por: Nito Biassi

Tratar el tema del suicidio (el fin de la vida de manera auto provocada) es, en primer lugar, tratar de comprender por qué la muerte siempre ha sido vista desde la oscuridad y del terror.

La primera respuesta que surge a la cuestión del miedo a la muerte es que, a pesar de la promesa del cristianismo de una vida mejor más allá de la muerte, no logra disminuir el terror que produce el castigo a una vida peor por no vivir acorde a las normas religiosas. ¿Quién puede decir que está libre de pecado? Es por eso quizás que la muerte siempre tiene una imagen oscura, relacionada con las gárgolas, catacumbas y otras imágenes que compiten por cuál es más tenebrosa. Más allá de cómo se produjo la muerte, la muerte en sí para el mundo católico es oscura y tenebrosa. Ejemplo son los cementerios que tienen ese carácter. No así en otras culturas que, como en la anglicana, son parques o en la hindú donde no hay cementerios y los cuerpos son cremados.

Cuando la muerte es auto infligida se complica. Primero veamos si ésta conducta se da en la naturaleza. La respuesta es afirmativa, pero a diferencia del suicidio en la especie humana, en el resto de los animales se produce cuando la comunidad está en peligro, por ejemplo por falta de alimentos y, son suicidios masivos. Ejemplo son los leminos que habitan en suelo Ártico. En el humano, el suicidio es más un acto individual o, a lo sumo con otro individuo, como se verá más adelante.

Pero, ¿qué lleva a una persona a quitarse la vida? La mayoría de los estudiosos coinciden en que es el último recurso cuando el sufrimiento y el dolor, o la angustia y la desolación, hacen que las personas no vean más salidas ni soluciones a sus problemas. Una vez que se cometió el acto, es irreparable, salvo que no se llegue a la muerte y por lo tanto, sólo sería un intento, que sería tema para otro análisis.


Virginia Woolf

Tu sol sigue en lo alto,

pero tengo los ojos cerrados

aferrada al borde de un pozo,

que por conocido no es menos aterrador.

Tengo miedo de caer.

Tengo miedo de perderte.

Tengo miedo de encontrarte.

Tengo miedo de hacerte sufrir,

amado mío, no te lo mereces.

Tengo tanto miedo a un dolor

a una angustia que no quiero sentir,

que para no volver a vivir

en esa oscuridad temible,

mi miedo se trastocó en coraje.

Por cada pesada piedra

que guardaba en mi abrigo,

iba a tener frío sin tus brazos,

mi decisión se hacía más fuerte.

Sé que hubieras querido

otra oportunidad para mi salvación.

Toda mi felicidad fuiste tú.

No quiero ser tu perdición.

El Ouse me recibe en un abrazo tibio.

El dolor.

El dolor cesará para siempre.

ética-del-suicidio01

El suicidio es criticado por muchos como acto de cobardía porque implicaría no enfrentar a los problemas, hechos. Por ejemplo para otros es un acto de valentía, ya que no todos pueden tener el coraje de matarse. Algunos otros opinan que es una lucha entre el instinto de conservación y el instinto de autodestrucción, la cual gana éste último. En cierta forma todas son correctas, en el suicida existe un miedo al no enfrentar los problemas, el dolor, el sufrimiento y lleva a adelantar un acto que sí o sí siempre llega en forma natural. Existe un grado de valentía que hace posible que el dolor que produce la muerte (no hay muerte indolora aunque sólo sea un instante) sea dejado de lado para realizar dicho acto. Y también es cierto que el instinto de conservación es derrotado por el de autodestrucción. Pero éticamente ¿es bueno o malo?

Veamos cómo es visto en la historia y en las distintas culturas. Durante la Edad Media en Occidente, el suicida era ex comulgado, no podía ser enterrado en suelo santo y se enterraba sin cabeza. Todavía en nuestros tiempos el suicida comete un grave pecado para la religión. En la parte legal, el suicida no puede ser castigado, salvo que sea pena post mortem y realmente, creo que le importe muy poca a la persona que comete dicho acto. El castigo se da, si para cometer dicho acto recibe ayuda, la persona que ayuda es castigada, comúnmente conocido como suicidio asistido.

En la cultura japonesa el acto de suicidio era una forma de lavar la deshonra de nuestras acciones, y era bien visto, ya que sería la única manera de recuperar el honor. De la misma forma en el Islam, el que se inmola en nombre de Ala recibirá el cielo como recompensa.


50 pastillas (a Alejandra Pizarnik)

Una bombita de 25 wats

para que dé penumbras

y mis ojos se quieran cerrar.

Mis pastillas en un frasco,

una jarra llena y un vaso.

Saco dos más y las tomo

quiero dormir sin soñar,

olvidar mi adolescencia de granos

y mi cuerpo que siempre quiso engordar.

De mi respiración que no me alcanza,

de mi palabras que no salen.

Saco tres pastillas

y de a una las voy tomando,

¡Mis dibujos! tengo que juntarlos

para guardarlos en una carpeta.

¿Por qué no habré dibujado más?

Siempre mordiendo lo abstracto

de las palabras en la poesía.

Quiero dormir, descansar,

de mí, de mi mente.

¿Cuántas pastillas me quedan?

Todo es tan luminoso,

la lámpara de 25 parece de 100,

parece un gran sol y el cable un río.

Un gran sol sobre el Sena en París,

Paris en julio o Paris y Julio,

Julio y Paris son una sola cosa.

¡Mi cuaderno! Tengo que escribir.

Tengo que contarle a Julio.

Una pastilla más y quedan dos,

sí, ahora todo es más luminoso,

cierro una puerta en mi mente,

y vuelvo a Buenos Aires, sola.

Sola, mi padre me deja de golpe,

ya no está, se fue, se marchó.

Olga, ¿donde estás Olga?

Por qué cuando te necesito

estás tan lejos, tan no estar.

Tomo otra pastilla, y no me lleva a París,

porque París no está en el mismo lugar.

Y regreso para que un Pichón me enseñe,

o pretenda enseñarme a despegar.

La última pastilla, sí, la última,

la luz ya no brilla, se apagó,

por fin voy a dormir sin soñar.

ética-del-suicidio02

Pero más allá de los hechos culturales, más allá de las justificaciones anteriores o posteriores del acto en sí mismos, ¿el suicidio es bueno o malo? Pregunta que quizás a muchos llene de horror porque tienen el pensamiento de que todo acto que lleve a la muerte es malo per se. Si hacemos el análisis desde la simplicidad de lo bueno y lo malo, la muerte es mala, por lo tanto el suicidio es malo. Ahora si contemplamos los grises, nos damos cuenta de que la sociedad no juzga toda muerte como un acto malo o de asesinato.

Las muertes de las guerras están justificadas; los muertos ajusticiados están justificados. Entonces, ¿por qué no justificar el suicidio y sacarlo de la órbita de los actos malos? Porque también sería un acto de simplificación. Juzgar al suicidio sin tratar de intentar entender qué llevó a una persona a terminar con su vida, juzgándolo como malo o bueno, es tratar el acto no como un hecho realizado por una persona, sino en sí mismo, sin tener en cuenta a la persona que lo realiza.

Creo que la persona que se suicida llega a un punto de su vida, que no ve adelante nada que le permita seguir viviendo, salvo el transcurrir del tiempo vacío. Para muchos eso no es causa de suicidio, para otros sí. Para otros el sufrimiento de una enfermedad que no tiene cura; es causa, ya que se ahorraría todo un tiempo de sufrimiento para llegar al mismo lugar pero sin sufrir.


Rocas

A los que estuvieron con depresión,

a los que están con depresión,

para los que saben qué es la depresión en carne propia.

Una roca golpea

en mi sien,

como disparo.

Penetra en mi mente

y gira mi cerebro.

Roca formada

de huída y miedo.

Abro una puerta

en mi espalda,

sólo mi mente la ve.

Puerta que conduce

al camino solitario,

fuga de la realidad.

Mi mano sostiene una roca.

ética-del-suicidio03

Causales de suicido puede haber miles, y el análisis puede llevar a entender el acto, una vez que la persona lo cometió. ¿Vale la pena tanto análisis? ¿Interesa saber si es bueno o malo? Creo que lo que hay que buscar es el pre al acto del suicidio propiamente dicho para evitar que se produzca. Eso sería más ético, aunque ya ese tema, deja de ser ético.