Iba a comenzar a escribir sobre el ridículo papel que hace el mugriento señor Almagro citando al maestro Lao Tse: “quien interfiere en asuntos ajenos y encima habla demasiado se vuelve insoportable para los demás”. Pero un hecho de particular difusión comunicacional atrajo la atención de muchas venezolanas y que no puede pasar ligero. Porque la tiradera de flechas que tiene la oposición vernácula es para reír, pero no se puede subestimar.
También escribió Lao Tse que “¡No busques exhibirte! La persona sabia que ha conocido su esencia superior no se entrega al narcisismo ni se enaltece”. Y de verdad es tan profundo esta reflexión que en a miles de años de haber sido escrita, los occidentales aún no logran comprenderla.
Y es que cultivar la belleza interior tiene su proceso y el debate filosófico al respecto ha producido grandes obras literarias, poesías, narrativas, pinturas, cancioneros, músicas… Se manifiesta en la meditación diaria, en la práctica del Tai Chi, el Yoga, en el toque de algún instrumento musical, complaciendo paladares en alguna cocina, arrullando a los hijos, apoyando a la pareja en la lucha diaria y mantenerse íntegra en todo momento. Pero NO en las inyecciones de botox, en las cirugías reconstructivas, en los senos, nalgas y labios de silicón. Mucho menos hay belleza interior en el desprecio a sus iguales en género.
Pues, así es la “belleza interna” de una señora de alcurnia. Donde en las postrimerías de su tercera edad se atreve a insultar a sus compatriotas de género, en un programa de TV donde la discriminación es la orden del día, calificándolas de “feas, sucias y desarregladas”, con el añadido “chavistas”. Uno que adora a la mujer criolla y ha hecho maromas intelectuales y hasta acrobacias ridículas para enamorarla, al escuchar semejante declaración sólo puede pensar que esa señora vino de una costilla de T-Rex y que su paraíso no es el terrenal sino el chiquero del dinosaurio de su proxeneta.
De verdad que la mujer venezolana es hermosa como se presente. Podrán decir algunas muñecas de permatex que ellas representan a la venezolanidad, pero no, la esencia femenina, solidaria, guerrera, de múltiples roles y actividades las tienen las venezolanas que día a día luchan por superarse, por criar a sus hijos con honestidad y valores, por ser mejores profesionales y dueñas de sí mismas. Eso a juicio de este escribidor es ser emancipada.
Cosa radicalmente distinta a aquella señora que con orgullo profesa ser ama de casa y esclava de un marido que tampoco ha aportado algo constructivo a la sociedad sino ser un vive la pepa de la política y de las “jugosas comisiones” de los contratos de su suegro. Y es que la belleza interior no se arregla con botox.
Ya decía el Ché: “Todos los días la gente se arregla el cabello, ¿por qué no el corazón?”. Y es que la señora en cuestión pareciera disfrutarlo, pero se lo olvida que escupir pa’rriba también le cae. Y seguramente cuando por fin la demencia senil haga estragos en su cerrada y esclavizada mente, ni la gente de la mediocre revista de quinta categoría y colonia de su versión europea llamada “OK!” la entrevistará en el asilo donde los derechistas mandan a sus viejos a morirse de mengua.
Y esta situación que también nos distrae de lo importante debe servir de reflexión para nuestras compañeras de lucha. Hay mucho abuso de lo artificial para pretender ser bella, mucha enajenación televisada que promueve el cuerpo, el sexo y no el ser. Hay formas naturales de enaltecer la belleza y todas lo saben.
Cultivemos la alegría de ser revolucionarias a carta cabal, de luchar por el mundo posible, de mantenerse hermosas a pesar de la calamidad. Que la envidia de las siliconadas de rostro terso pero de cuello arrugado no amarguen el día. A final de cuentas, es más interesante ser que tener.
Dijo Facundo Cabral: “Lo importante no es el precio sino el valor de las cosas. Solamente lo barato se compra con dinero”.
DesdeLaPlaza.com / Noel Rios