“No soy monedita de oro
pa’ caerle bien a todos;
así nací y así soy,
si no me quieren, ni modo”
Cuco Sánchez y Miguel Aceves Mejía
La canción, bolero ranchero, escrita por Cuco Sánchez e interpretada en sus primeros tiempos, por Miguel Aceves Mejía, en realidad se titula: “No soy monedita de oro”. Varias veces se la escuchamos tararear al Comandante Chávez, al referirse a quienes se ocuparon contra él, en el oficio de las críticas fáciles, banales y sin fundamentos. Así despreciaba a “las moscas”, frente a las cuales jamás se detendrá un águila para cazarlas. Reía ante aquellos a quienes le decían que “les caía mal”.
La esencia de esa canción tiene por centro una cultura de aceptación del dinero, de la monedita de oro, como igualadora de un gusto, de un valor. Carlos Marx se ocupó del tema desde su Crítica de la Economía Política y, gracias a él, llegamos a entender con sobrada contundencia que, en el capitalismo el producto, el productor, la distribución y consumo de los producido, son todos mercancías. En un mercado de desigualdades reales, caracterizadas por las relaciones de explotación en las que el capital produce y se reproduce para beneficio de los dueños de los medios de producción, la única igualdad posible y aceptada es la de asumir o asumirse mercancía.
Tan monedita de oro es un par de zapatos o una chaqueta como la fuerza de trabajo que el obrero emplea para fabricarlos. Mercancía es el semoviente, esté en pie o beneficiado en el matadero para el consumo. Monedita de oro es el fruto de la tierra, las manos que lo extraen o los mercaderes que lo venden. El asunto es que el mercado, anterior a las características y peculiaridades que le da el capitalismo y su “explotación del hombre por el hombre”, hace de la mercancía un fetiche “de curso legal” que referencia “en igualdad” toda transacción entre los individuos. Por el dinero se compra un avión, una zanahoria, una camisa, una fuerza de trabajo, una licuadora, una idea, una obra de arte, unas alpargatas o un sombrero de pumpá. Y todo se paga con dinero. El mismo billete, que fue “monedita de oro” o tiene respaldo en reservas bancarias soportadas como lingotes, es el símbolo de la unificación de toda mercancía. Es decir, el dinero es toda mercancía, aunque ésta sea intangible, como la fuerza de trabajo o como un producto de los sentidos que ha sido objetivado, cosificado.
Entonces, si a ver vamos, sí soy monedita de oro y usted también. Pero, es más, la mercancía de las mercancías, el dinero igualador de objetos y sujetos mercantiles, ha llegado a su paroxismo en estos tiempo de evolución capitalista hacia su tendencia neoliberal. En el neoliberalismo, la más alta relación entre los individuos, entre los individuos de clases, capitalistas y depauperados, burgueses y proletarios, explotadores y explotados, ricos y pobres, “adquieren” una connotación de igualdad en la esfera de la circulación. Con la particularidad que tiene la esfera de la circulación para el neoliberalismo, que no requiere de Estado, que desprecia al árbitro tradicional al que siempre recurrió el capitalismo y que ahora cuenta con la globalización real gracias, entre otros elementos, al inaprisionable mercado de la electrónica y del internet.
En el contexto actual, la lucha de clases adquiere otra dimensión. La revolución proletaria y socialista reafirma su carácter internacional, pero debe asumir esa dimensión, en un ámbito que no es el de la producción real y, mucho menos, el de la circulación real de lo producido. Es así como debe entenderse todo reacomodo en el que la tarea imperial, favorable al interés del capitalismo por perpetuarse y perpetuar sus relaciones, pasa por debilitar y llevar a desaparecer el Estado, mientas que las revoluciones asumen -al menos temporalmente- la defensa y fortalecimiento de un Estado de nuevo tipo, que permita la consolidación y fortaleza de las soberanías e identidades de los pueblos.
Por eso, la amenaza de golpe de Estado contra Venezuela, su ejecución y desarrollo en la actualidad, es un golpe de estado contra todo Estado, en la nueva visión de dominio del capital. Frenar el desarrollo revolucionario de la Patria de Bolívar y de Chávez es conseguir desmantelar los riesgos de desmoronamiento inminente del capitalismo. No se trata de un golpe de Estado local. Es el mismo golpe de Estado que se ha dado en Honduras, en Paraguay, en Argentina y ahora en Brasil. Atenazado todo ello por las bases militares estadounidenses en la región y el apoyo de Estados forajidos, como el de Colombia, cuyo poder paramilitar está financiado por el capital libre de impuestos y presiones, proveniente.
Ilustración: Xulio Formoso