Eddie Edwards (Taron Egerton) aprendió a perder con brillo. Algunas personas han nacido para tener vidas poco fulgurantes, sin grandes méritos, ni talentos y sin embargo quizás ese sea su don, el no tener–aparentemente- ninguna cualidad.
De los ganadores se escribe todo, pocos recuerda a los que quedaron en último lugar, perder es el gran tabú de la sociedad, perder es casi un pecado mortal. No eres nadie sino tienes “éxito” sino “ganas” sino quedas de primero.
Sin embargo, las historias de “perdedores” no son necesariamente grises porque como se dice en la cinta de Clint Eastwood “Los puentes de Madison” es bueno tener sueños, aunque no se cumplan.
El sueño de Eddie era peculiar, sostenido en ninguna cualidad física, por el contrario sus méritos deportivos eran prácticamente inexistentes. Sin embargo, el verdadero talento de algunos es tener la suficiente pasión y hambre por hacer las cosas.
Los que han visto películas sobre deportistas (y leído biografías sobre algunos de ellos) sabrán que lo que más importa no es la agilidad, musculatura, rapidez o talento para realizar tal o cual deporte, lo esencial para practicar alguno –y para casi todo en la vida- es tener “ojos de tigre” como le llaman en “Rocky III” (1982) al deseo imperioso por lograr una meta.
Eddie Edwards tenia ojos de tigre, aunque con lentes y mirada de nerd. Pasó toda su infancia y juventud entrenando solo y soñando con su carrera de deportista improbable.
Sobre como hizo todo lo posible por lograr sobreponerse a todas las circunstancias que tuvo en contra, es de lo que va este filme hilarante sobre no darse por vencido.
Basada en la historia real del atleta inglés Eddie “El Águila”, la cinta dirigida por Dexter Fletcher, recrea a la perfección, eso que hemos sentido todos los que deseamos lograr una meta, pero también acallar las burlas externas y los comentarios peyorativos que nos dicen que no somos suficiente, que nuestro talento es un grano de arena perdido bajo el mar.
A todos nos gustaría pensar que hemos nacido para algo grande, para algo bello, para lograr alguna proeza sobrehumana, sin embargo no todos logramos encontrar nuestro camino en el mundo. El caso de Eddie es distinto, hizo del fracaso su auténtico don.
Con una banda sonora que escenifica muy bien aquellos años de los Juegos Olímpicos de Calgary (1988), esta cinta te permite disfrutar de una emotiva actuación de Hugh Jackman y una increíble caracterización del joven Taron Egerton.
“Volando alto” nos revela a un personaje entrañable con el que cualquiera puede identificarse. También es una cinta sobre el valor de la amistad.
Es una de las mejores películas que he visto en lo que va del año, no recuerdo haberme divertido y conmovido tanto en una sala de cine.
Calificación: 10/10
DesdeLaPlaza.com/Luisa Ugueto L
@Luisauguetol