Los “Panama papers”, así en inglés, curiosamente carecen de información de relevancia relacionada con la primera economía del mundo, cuyo idioma es precisamente el inglés. El lenguaje utilizado, que no es neutral, responde a una jugada de mercadeo –o marketing- que desnuda a los actores implicados, así como la naturaleza y reales objetivos de los documentos presentados, los cuales, valga decir, más que el producto de una investigación seria y responsable parece ser simplemente la difusión indiscriminada, interesada y parcial de un cúmulo de información filtrada.
Vayamos por partes. En primer lugar, el sistema político-económico que ampara y estimula las prácticas denunciadas en los “Panama papers” se demuestra una vez más intocable, gracias a un conjunto de estrategias metodológicas, discursivas y mediáticas cuidadosamente pensadas. Desde el punto de vista metodológico, los criterios utilizados para seleccionar la información publicada parecen descartar cualquier referencia a figuras de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y, en general, a aquellas relacionadas con las potencias hegemónicas del Norte. De modo que, de antemano, se presenta una sospecha sobre el manejo de la información filtrada y los intereses que lo rodean; no es coincidencia que la selección de los contenidos para la difusión haya estado a cargo –técnica y financieramente- de organizaciones vinculadas al Norte hegemónico ¿Los apellidos Ford, Rockefeller y Soros –por nombrar algunos- le dicen algo?.
Más allá, desde el punto de vista discursivo, la estrategia de difusión de los contenidos ha delineado dos elementos que se presentan hoy como la punta de lanza de los ataques imperiales contra aquellos gobiernos que mantienen un alto nivel de autonomía e independencia frente a los intereses del Norte hegemónico: por un lado, el tema de la corrupción, protagonista de los debates políticos actuales en Venezuela, Brasil, Argentina y Rusia; por el otro, el tema ético-moral, que reduce los términos de la discusión a un marco de análisis individual, incapaz de abordar los problemas sistémicos asociados a las prácticas denunciadas. Esto significa que la atención se concentra en los nombres y las “desviaciones” morales que sus acciones evidencian en lugar de identificar las lógicas del capital que forman parte indisoluble de ellas. Nuevamente el sistema capitalista queda a salvo.
Desde el punto de vista mediático, resulta muy ilustrativo observar que los contenidos difundidos han sido rápidamente apropiados por los principales conglomerados de comunicación transnacionales. Por supuesto, esta asociación entre los autores y las grandes empresas no es inocente, forma parte de la estrategia utilizada para distraer la atención sobre los problemas estructurales y sistémicos y dirigirla a casos particulares que sirvan a sus propios intereses: los mercantiles, a través de las figuras deportivas y aquellas vinculadas a la farándula, y los políticos, a través de las figuras y países que resisten las lógicas hegemónicas de subordinación.
De forma que se delinea una estrategia ganar-ganar, bajo la cual los autores del “Panama Papers” adquieren legitimidad internacional, mientras que los conglomerados mediáticos mantienen el interés de la opinión pública y, al mismo tiempo, apuntan sus armas contra aquellos gobiernos incomodos a los intereses del capital transnacional.
Todo ello, lejos de desmeritar la atención sobre el tema, nos obliga a encararlo para identificar las claves de esta maniobra. En primer lugar queda claro que se trata de una movida que, tras un disfraz anti-poder, oculta la defensa del actual estatus quo mundial y se enfila contra sus adversarios, e incluso contra una serie de aliados prescindibles. De hecho, se trata de una operación que forma parte de un período de “limpieza sistémica”, bajo los cuales se trasfiere la carga de responsabilidad del sistema hacia un conjunto de particulares “corruptos”.
¿Cuáles son los actores del sistema político internacional contra los cuales enfilan los “Panama papers” y las transnacionales de la comunicación? Todo parece indicar que el gobierno ruso y Vladimir Putin son su principal blanco; no en vano su rostro aparece en las principales portadas del mundo que titulan con esta información. El Primer Ministro Islandés y los dirigentes chinos tampoco escapan de la arremetida. Aunque las razones son variadas, la filtración y el manejo realizado por estos medios hegemónicos dibujan el mapa de las próximas intervenciones a ser ejecutadas por parte de los países del Norte hegemónico para sostener el sistema que los privilegia. Al respecto es necesario realizar un acucioso trabajo de precisión, pero queda claro que los “Panama papers” emergen en medio de una lucha por la hegemonía mundial.
Con respecto a la región, parece que los grandes medios se han desilusionado al no encontrar los nombres de altos funcionarios del gobierno venezolano. Sin embargo, no han dejado de referirse a las “241.000” menciones que tiene “Venezuela”, las cuales no parecen tener gran relevancia pues las informaciones que se publican carecen de dichos datos. De hecho, algunas de las personas mencionadas han sido asociadas erróneamente –o quizás con toda la intención- con el chavismo; sin embargo, la mayoría de estas personas pertenecen a sectores de oposición o se desvincularon del chavismo precisamente por el descubrimiento de prácticas de corrupción. Lo que sorprende –aunque a estas alturas no debería resultarnos extraño- es la insistencia de los grandes medios en posicionar a Venezuela como un país relevante en cuanto a la información filtrada, cuando sus mismos datos arrojan que no aparece en más del 2% de la data revisada.
Un tratamiento diferenciado ha tenido el ahora presidente argentino Mauricio Macri, quien sí ha sido mencionado directamente, pero que rápidamente fue protegido por los medios y las redes transnacionales de las cuales forma parte. No deja de ser curioso –aunque los medios se hagan la vista gorda- que parte fundamental de la campaña de Macri contra el gobierno de Cristina Fernández y el kirchnerismo haya sido la corrupción; paradójicamente de los dos gobernantes anteriores no existe información en los “Panama papers”, mientras Macri y su familia aparecen claramente vinculados.
De modo que, para concluir, se debe advertir nuevamente que los “Panama papers” forman parte de una operación de limpieza, de expiación de culpas del capitalismo, con tal de demostrar su inocencia y responsabilizar a un conjunto de personajes que actuaron, paradójicamente, a su imagen y semejanza. Sin embargo, resulta urgente revisar seriamente la información filtrada con la finalidad de identificar las redes más perversas del capitalismo global enquistadas en nuestros propios países. Todavía hay mucha tela que cortar.
DesdeLaPlaza.com / Oscar Lloreda