Van dos doñas en el MetroBús. Una le dice a la otra que cuándo le toca desrriz, y la otra le contesta que bueno, que no sabe. Que ya le sale porque le salió raíz pero que el químico subió. Va a ver si la cuñada, la de la peluquería, le hace el favor. Tienen cerca de 60 años cada una. Ambas con el pelo chichita, y con la piel negrita como si fuese una capa tostada y reluciente que las cubre a ambas.
Tienen también todos los rasgos característicos de una mujer negra, excepto, claro, por el pelo que si bien es chicha cerrao, está desrrizado prensaíto. Echado patrás y aguantado con un cintillo y una cebollita. A esas viejas las cruza un huracán y les sobrevive el pelo. No hay manera que ni una hebra desas se escape. Sin embargo, detrás de todo el esfuerzo, se pueden ver unos rulitos chirriquiticos enrrollaítos en la base del cuero cabelludo. No se pueden esconder. Hagan lo que hagan esas mujeres, esa herencia negra es ineludible.
¿Quién les dijo a las negras que teníamos que escondernos el pelo? ¿Qué era feo y por eso había que alejarlo de la realidad? Como si tuviesen miedo a soltarlo, a dejarlo ser. Esa conversa necesita mucho más espacio que una columna semanal. Deconstrucción en pasta. Yo les invito una birra y le damos. Pero epa: pagando rondas, estén clarxs.
Ojo. Con las mujeres blancas pasa algo parecido, sólo que en vez de esconderlo se lo someten a un montón de procesos asesinos de cabello: tinte, secador, plancha y horquetillas pa’lante. Cualquier cosa que salga de la máxima “pelo liso baba” debe, incuestionablemente, ser intervenido, sino modificado en la medida en que la pobre jeva no se quede calva.
Y si en el intento se le cae el cuero cabelludo, ese es su problema porque nadie la mandó a elegir un mal producto o una mala mano. Y yo me pregunto, ¿yo admiro el pelo liso negro porque de verdad, genuinamente me parece bonito, o porque es un constructo cultural perversísimo y arraigado en mi ser? Chamo.
He ahí una de tantas contradicciones con esto: nos aplicamos unos químicos bien fuertes en el coco ─capaz se nos mueren algunas neuronas en el proceso. ¿Ustedes se han echado eso o lo han olido? Estoy segura que respirar eso friega el cerebro de alguna manera─ que tienen la capacidad de tumbarnos el pelo, pero si por una mala mano se nos llega a caer un mechón desde la desdichada raíz del pelo saltan mil personas con la juzgadera “¿POR QUÉ TE HICISTE ESO? ¿TU ESTÁS LOCA? ¿Y LO PAGASTE?”.
Claro, gafa. Porque tú nuuuncaaaaa te has sometido a un beta desos. Entonces está la presión de “cámbiate ese pelo ya que está es bien feo” versus la de “se te cayó el pelo por sapa”. Osea, logra combatir todas las posibilidades de que algo salga irremediablemente mal, no te dañes el pelo y satisface a las 7 billones de personas sobre la faz de la tierra. Suerte.
Mientras crecía me convencieron de que mi pelo también había que desrrizarlo, y me dejé. Una niñita flaquitica que se creía bien feíta qué iba a estar peleando, ¿ah? Si todas las tías y las gafas del colegio y la tele y el mardeto mundo le decía que no había de otra porque bueno, porecita, mala suerte que te salió el pelo así. Y yo me convencí deso, ¿saben? Esa idea de que “qué chimbo que ese era mi pelo”. Malparidxs. Malparidxs dije ya. Menos mal que antes, mucho antes, que tarde me dejé de gafedades y ahora soy una mata de pelo andante, y detrás va una negrita. De tener 14 años y amarrarme el pelo como esas señoras, a tener 19 y desrrizármelo y secármelo y planchármelo a tener 26 y tener rolo de rulos que llegan casi a la cintura.
Ahorita está pasando algo interesante y bonito: de algunos años para acá veo cada día más mujeres con los rulos sueltos y alborotaos, caminando con un bamboleo orgulloso y seguro. Pelo negro, marrón, rojo, catire, largo, corto, disparejo. El pelo chicha es parte de la diversidad biológica que la hegemonía cultural tanto ha escondido y satanizado. El pelo chicha es naturaleza, y es hermoso. Todos lo son. Y dejárselo quieto, respetárselo, así como empezamos a respetar el resto de nuestros cuerpos, es también un acto revolucionario de emancipación y conciencia. Es liberación.
DesdeLaPlaza.com/Sahili Franco