El tema de los transgénicos hoy en día es todo un dilema, pues es bien polémico el hecho de no saber a ciencia cierta si en verdad los alimentos transgénicos tienen efectos nocivos reales comprobados a la salud de los seres humanos, es aún una mera suposición, aunque miles de teorías aseguran que sí son dañinos otras ponen sus manos en el fuego para decir que son inocuas.
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Los supuestos beneficios de las semillas transgénicas son varios, son más resistentes a enfermedades, son más productivas por hectárea, son vegetales más hermosos, pero entre las desventajas están, que aunque más hermosos tienen menos sabor, que aunque más productivos, deben ser cultivados con paquetes tecnológicos que dependen del uso de agrotóxicos para llegar a buen término de la cosecha, que las semillas que provienen de sus frutos no son fértiles para nuevas siembras, lo que hace que convierta al agricultor en dependiente de la compra de semillas para poder seguir produciendo.
Hemos cambiado la soberanía alimentaria por la productividad, la promesa de hacernos ricos de la noche a la mañana, ha hecho que el campesino abandone la manera ancestral y tradicional de cultivar, cosechar y volver a utilizar su semilla, por el uso de semillas transgénicas que prometen volumen de producción a costa de la esclavitud.
La peor desventaja del uso de las semillas transgénicas está en el hecho de que el productor del campo se hace un adicto a ellas y siempre dependerá de una transnacional que le venda las semillas para poder producir alimentos para su país.
Nos hemos enfocado muy mal en la crítica y el defecto que le hemos encontrado a las semillas transgénicas, hemos hecho creer que el defecto está en que hace daño la salud y no lo hemos podido comprobar, pero el verdadero daño está en que mientras filosofamos acerca del daño que hacen a la salud, las transnacionales y el poder mundial nos hacen cada vez mas dependientes y menos soberanos, pues el 75 % de las semillas que se siembran en el planeta provienen de laboratorios de grandes empresas que controlas la producción mundial de semillas.
El peligro del transgénico no está en el daño al ser humano, sino en el daño a las soberanías de los pueblos y eso solo se contrarresta rescatando lo autóctono y produciendo semillas dentro de nuestras fronteras.
DesdeLaPlaza.com / Rómulo Hidalgo