El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, rompió con una de las promesas de su presidencia de terminar con las guerras que heredó de su antecesor, George W. Bush, al anunciar, este jueves, que Estados Unidos aplaza la retirada de Afganistán.
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Obama sacó todas las tropas de Irak en 2011, pero los avances del Estado Islámico le llevaron hace un año a rectificar. Ordenó bombardeos aéreos y envió más de tres mil instructores militares.
El repliegue de Afganistán debía concluir a finales de 2016, pero las recientes victorias de los talibanes, unidas a la voluntad de no repetir en Afganistán la retirada fallida de Irak, han abocado a Obama a una nueva rectificación.
Ahora hay unos 9.800 militares estadounidenses en Afganistán, una cifra discreta en comparación con los más de 100.000 que había en 2011.
La rectificación prevé que esos casi 10 mil militares que ahora están desplegados sigan en Afganistán durante 2016. A finales de 2016, o en 2017, cuando Obama deje de ser presidente, el número bajará a 5.500. No estará sólo en la embajada estadounidenses sino en bases en las ciudades de Bagram, Jalalabad y Kandahar.
La misión seguirá siendo la misma que las fuerzas estadounisenses asumieron en enero, cuando oficialmente terminó la misión de combate. Y es doble: entrenar y aconsejar a las fuerzas afganas que luchan contra los talibanes y otros grupos, y participar en misiones antiterroristas
«No apoyo la idea de una guerra sin fin, y he argumentado de forma reiterada en contra de meternos en conflictos militares abiertos que no sirven a nuestros esfuerzos de seguridad fundamentales», dijo Obama en la Casa Blanca.
Pero añadió que, dado lo que está en juego en Afgansitán y a la posibilidad de que este país sea un aliado estable de EE UU ante futuras amenazas, vale la pena un «esfuerzo suplementario». «Esta prolongación pequeña pero significativa de nuestra presencia puede marcar una verdadera diferencia». dijo.
Avance talibán
Los talibanes, que desde su expulsión del poder en 2001 siempre han combatido a las fuerzas extranjeras y al Gobierno que apoyan, han reforzado su habitual ofensiva de verano desde que el pasado julio se revelara que su líder, el clérigo Omar, llevaba muerto dos años.
Ante el riesgo de división del grupo, su sucesor, Athar Mansour, ha tratado de consolidar su poder con ataques osados en diversos puntos del país, cerrando la vía a las negociaciones de paz que habían acordado con el presidente afgano, Ashraf Ghani.
A pesar de sus avances, los 350.000 miembros de las Fuerzas de Defensa y Seguridad Nacional de Afganistán aún necesitan del apoyo aéreo y logístico de esa misión para sacar partido a su potencial, ya que la corrupción y las fracturas tribales dificultan su eficacia.
Alemania, el país que se ocupó de la “reconstrucción provincial” de Kunduz entre 2003 y 2013, ya anunció su disposición a mantener a sus soldados más allá de la fecha inicialmente pactada.
La intervención en Afganistán empezó después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. EE UU, con el presidente George W. Bush, acusó al régimen talibán, de albergar al cerebro de los atentados, Osama Bin Laden. La intervención contó con el apoyo de una amplia coalición internacional, en contraste con con invasión de Irak, en 2003.
DesdeLaPlaza.com/El País/KM