El juez ordenó medida de aseguramiento en cárcel tanto para el conductor Jaime Gutiérrez como para para el pastor Manuel Ibarra, por la tragedia de Fundación. Ninguno de los dos aceptó cargos individuales por las muertes, individuales, de cada uno de los niños.
El abogado de los dos hombres aseguró que sus defendidos no tuvieron nunca la intención de causarle daño a los menores y que solo realizaban una actividad de evangelización donde también los alimentaban y educaban.
La Fiscalía pidió una condena de 60 años para Jaime Gutiérrez y aseguró que el Estado también tiene responsabilidad en la tragedia de Fundación.
Los investigadores establecieron que el conductor llevaba sobrecupo en un vehículo, al que sólo le cabían 24 personas.
Según las informaciones que entregó Gutiérrez a los investigadores de la tragedia de Fundación, el domingo pasado, día del accidente, él realizó cuatro viajes por todo el municipio de Fundación, recogiendo niños para llevarlos a la iglesia Pentecostal Unida. En total, había transportado 180 menores.
Pero lo más escandaloso es que en esos recorridos el bus se le apagó en tres oportunidades por fallas en el suministro de gasolina. El conductor acostumbraba llevar en la cabina del automotor una «pimpina» de gasolina, de 5 a 7 galones, mediante la cual trataba de reactivar el funcionamiento del carburador. En una de esas veces, la gasolina se derramó. Fue por ello que cuando en el último y desafortunado recorrido una chispa saltó ya tenía abonado el terreno para la tragedia.
Gutiérrez alimentaba de carburante el motor por gravedad mientras los pasajeros permanecían apiñados en el interior del automotor. Quien lo acompañaba en la tragedia de Fundación es Manuel Ibarra, miembro de la iglesia y quien hoy también está en frente de un juez como corresponsable de la tragedia.
Ibarra perdió a su única hija en la tragedia y tuvo que ser sometido, luego del accidente, a una intervención quirúrgica, pues perdió un dedo de una de sus manos. Los investigadores tienen claro, y eso lo dirán en la imputación, que Gutiérrez era un conductor empírico, que ni siquiera tenía licencia de conducción. En ocasiones trabajaba como mecánico y se rebuscaba unos pesos como una especie de ‘mandadero’.
Desde la Plaza/ El Espectador / AMH