El mal genera interés, quizás mucho más que el bien, asesinos en serie, narcotraficantes, terroristas, son mitificados por el cine, la televisión y la cultura. Aunque algunas veces se diga que lo que se pretende es “aleccionar” a las nuevas generaciones sobre las tragedias que ocasionaron estas existencias desviadas, hablar de alguien es siempre un homenaje, incluso si hablas mal, porque solo se nombra aquello que merece interés, aquello que en efecto conmueve, así sea negativamente.
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Pablo Escobar es uno de esos personajes que todo el mundo convoca, quizás porque su historia es tan sórdida como contradictoria, tal vez porque su influencia –perniciosa para algunos, fascinante para otros- permanecerá mucho más tiempo que su propia vida (solo vivió 44 años) o porque en el fondo se admira a quienes aun siendo perversos, logran imponer su voluntad para crear un universo “exitoso” a su alrededor. El lujo y los excesos –estilo video de reguetón- ocasionalmente son considerados un reflejo de “éxito” y forman parte de la fantasía secreta de muchos.
“El Patrón del mal” ha sido objeto de series de televisión, libros, y películas, como esta de Andrea Di Stefano, el actor devenido en director y guionista de cine.
La película de Di Stefano, más que una biografía o una cinta histórica, es un relato de ficción enmarcado en la Colombia de los años 80´s donde el capo de la droga creó su imperio. Josh Hutcherson es Nick, un muchacho que se enamora de la sobrina del narcotraficante (interpretado por Benicio del Toro) y quien sin querer se ve enredado en una serie de acontecimientos que le develan la trágica realidad que lo rodea.
En la cinta, Escobar es un asesino tan caricaturesco que se pierde, su maldad es efectista y llega a caer en el cliché, en contraposición a la bondad (casi idiotez) del joven canadiense que llegó al país del Sur soñando encontrar el paraíso.
Muchos géneros
El film es a ratos una comedia romántica, otras un drama e incluso un thriller de acción, quizás el deseo de abarcar tantos géneros diferentes, sea la razón de que no logré impactar del todo en ninguno. Muchos elementos fallan en esta exposición de motivos sobre la maldad humana encarnada en un solo hombre. En la cinta, Di Stefano no se permite concederle ni un beneficio al capo colombiano, lo retrata como un asesino tenaz y vengativo.
Sin embargo, más allá de este personaje, el resto de la historia resulta obvia, repetitiva, plagada de clichés y facilismos que ponen en peligro la narración, un ejemplo de ello es el romance de los protagonistas, que a ratos es tan superficial que no llega a conmover.
“La mayoría de los criminales que se convierten en figuras mitológicas tienen algo en común: logran que popularmente se les considere símbolos de rebelión contra el sistema, incluso como defensores o garantes de los pobres y los marginados. Así se explica la fascinación generada históricamente por Barrabás, Al Capone o Robín Hood. Escobar fue como ellos” dijo el director en una entrevista.
A veces, algunas películas funcionan por asuntos extra fílmicos, me parece que este es uno de esos casos. Benicio del Toro es muy buen actor, pero en esta oportunidad la película no lo ayuda, su interpretación roza la caricatura.
No obstante, no todo es malo en esta cinta, pues es una gran oportunidad para reflexionar sobre la visión que aun se tiene de América Latina, donde a pesar de Pablo Escobar, las mafias y los conflictos, todavía quedan paraísos por descubrir, a pesar de la opinión de Di Stefano, no todos están perdidos.
Muy buena actuación de Josh Hutcherson, el Peeta Mellark de “Los juegos del hambre”.
DesdeLaPlaza.com / Luisa Ugueto