La candidatura de Pekín partía como favorita frente a la de Almaty y los pronósticos se cumplieron, aunque no holgadamente. Al filo de las 12.00 hora española, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, anunció en Kuala Lumpur que Pekín será la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2022 tras recibir 44 de los 85 votos en liza.
Las delegaciones de ambas candidaturas hicieron un esfuerzo final para convencer al COI. La candidatura china, encabezada por la viceprimer ministra Liu Yandong, se presentó en el Centro de Convenciones de Kuala Lumpur con embajadores de la talla de Yao Ming, histórica estrella del baloncesto chino, o Yang Yang, ex atleta china con más medallas en JJOO de Invierno.
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Frente a la autenticidad que planteaba Almaty bajo el lema «nieve de verdad, ambiente invernal de verdad y Juegos de verdad«, Pekín prometió eficacia organizativa. «No tenemos nieve, pero la podemos crear«, fue su premisa. Con el recuerdo de Sochi 2014 todavía presente, parece que el COI no se atrevió a dar a Asia central sus primeros JJOO. Almaty tenía las condiciones ambientales óptimas para un evento de estas características, pero debía invertir en construcción de infraestructuras. Pekín, mientras tanto, plantea reutilizar muchas de las instalaciones deportivas que construyó para los JJOO de 2008, como el emblemático Estado Nacional.
La nieve de los JJOO invernales de 2022, sin embargo, no se verá en Pekín, sino en Zhangjiakou, una ciudad de cuatro millones de habitantes situada a 200 kilómetros de la capital china, en la vecina provincia de Hebei. En Zhangjiakou se encuentran las pistas más populares entre los pequineses aficionados a los deportes de nieve y será allí donde se registre la verdadera transformación urbanística que conlleva la organización de unos JJOO.
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