Secretos y mentiras (1996)

Esta brillante película dirigida por el dramaturgo Mike Leigh, ganadora de la Palma de Oro en Cannes el año de su estreno, constituye en mi opinión un ejemplo magistral de una de las áreas más importantes del cine: la dirección de actores.

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Más conocido por su trabajo en las tablas, Leigh dispone en este filme de un punto de partida argumental sobre el cual construye junto a sus actores la búsqueda de la verdad dramática a través de un proceso de ensayos prolongado y de pautas en las cuales confiere a los actores la posibilidad de construir sus propios parlamentos y acciones a partir de la compenetración con los personajes y sus contingencias.

Contextualizada en la clase trabajadora de Inglaterra, como todo el trabajo de Leigh, este filme cuenta la historia de Hortense Cumberbatch, una mujer negra cuya madre adoptiva muere, hecho que la impulsa a emprender la búsqueda de su madre biológica.

Para sorpresa de Hortense, su madre biológica resulta ser una mujer blanca de la clase trabajadora. La colisión de esos dos mundos, abre un umbral que sacará de debajo de las alfombras todo cuanto ahí ha sido oculto al barrer, confrontará a los personajes con el peso bestial de sus decisiones, creará un terremoto que hará que todo cuanto ha sido tomado por sentado sea ahora puesto en tela de juicio.

No en vano la película se llama Secretos y Mentiras. Con actuaciones abrumadoramente orgánicas y una puesta en escena sencilla, mas no simple, Leigh logra hacernos transitar junto a estos hermosamente esculpidos personajes, sus terribles contingencias y desgarradores descubrimientos.

Se trata de una propuesta que no emocionaría mucho a aquellos que son más impresionables con efectismos, piruetas en la puesta de cámara.  Dejar la cámara clavada y permitir que los actores sostengan por sí mismos todo el peso del filme, es una decisión igualmente audaz a proponerse contar lo mismo utilizando 50 encuadres distintos.

El oficio de Leigh es la dramaturgia, en ello es sencillamente un genio, y no teme asumirlo desde la silla de dirección.

Esta película es lacerante en muchos de sus pasajes, por cuanto nunca es fácil que un artista logre ponernos un espejo a la cara para confrontarnos con la fealdad que habita dentro de todos nosotros, pero es a su vez un filme profundamente inspirador y esperanzador, porque después de todo es solo echando mano de toda la belleza que nos caracteriza como seres humanos, que logramos ganarle la partida a los demonios.

DesdeLaPlaza.com / VEA – José Miguel Casado / DG