Todas las lecturas dejan una enseñanza en las personas, de cada libro siempre hay una frase que nos marca para toda la vida. Obras como Ifigenia (1923) y Memorias de Mamá Blanca (1929) de Teresa de la Parra forman parte de la cultura de los venezolanos.
Teresa de la Parra siempre estuvo cultivando e incitando a la lectura, sus frases y algunos fragmentos de sus libros quedaron inmortalizados en la memoria de muchos, y con motivo de conmemorarse 78 años de su fallecimiento les traemos algunas citas de sus obras más conocidas.
«Tengo un alma profundamente naturista y adoro con ella la verdad sencilla de las cosas». Ifigenia.
“Ya la Luna, lo sabía, me ha dicho compasiva: ¡No esperes a los muertos! Pero no he de cerrar mi balcón todavía”. Ifigenia.
¿No han ojeado ustedes nunca, al azar un diccionario? Se lo recomiendo. No hay nada más grato ni más reposante para el espíritu. Teresa de la Parra.
“Podría decirte muy severamente: «Vete y no peques más», si no fuese porque juzgo imprudente anatemizar el pecado con demasiada violencia. Proscrito del mundo, su absoluta ausencia podría dejar tras él una aridez de desierto, pues, ¿qué valdría ya la vida sin la gracia del perdón y la indulgencia?”. Memorias de Mamá Blanca.
“Rumiante insaciable de las cartas, instantes de banquete, me pregunto asombrada qué fenómeno inesperado es este fenómeno fisiológico de la fidelidad. Viene de la misma fuente, quizás de donde brota el amor maternal porque es irrazonable animal, bastante estúpido y es el resultado de caricias, huellas de beso. Te repito, ¡no lo comprendo!” Carta de Teresa de la Parra a Gonzalo Zaldumbide, diciembre de 1924.
“A ti, dulce ausente, a cuya sombra propicia floreció poco a poco este libro. A aquella luz clarísima de tus ojos que para el caminar de la escritura lo alumbraron siempre de esperanza, y también a la paz blanca y fría de tus dos manos cruzadas que no habrán de hojearlo nunca, lo dedico”. Dedicatoria de Ifigenia.
“Los recuerdos no cambian es Ley de todo lo existente. Si nuestros muertos, los más íntimos, los más adorados, volviesen a nosotros después de muchos años de ausencia y arrasados los árboles viejos hallasen en nuestras almas jardines a la Inglesa y tapias de mampostería, es decir, otros afectos, otros gustos, otros intereses, doloridos nos contemplarían un instante y discretos, enjugándose las lágrimas, volverían a acostarse en sus sepulcros.» Memorias de Mamá Blanca.
“…Su alma desconocía el odio. Siendo casi del mundo de los vegetales, aceptaba sin quejarse, las inquinidades de los hombres y las injusticias de la naturaleza. Hundido en acequia o adherido a las lajas, zahiriendolo o no, seguía como buen vegetal dando impasible sus frutas y flores”. Memorias de Mamá Blanca.
«Mamá perseverante y evangelizadora, seguía prodigando sobre Vicente sus quejumbrosas amonestaciones, mientras el tiempito se prolongaba indefinidamente a través de todas las cosechas de café». Memorias de Mamá Blanca.
Desde La Plaza/Agencias/COM