No amanece en Iguala. Esta histórica ciudad, que en su día fue cuna de la bandera mexicana y que ahora figura en los anales por la muerte y desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, sigue presa de la violencia extrema. Solo entre el miércoles y el viernes de esta semana, en menos de 72 horas, fueron asesinadas 14 personas en el municipio.
El recuento del baño de sangre, publicado por El Universal, es un viaje a las simas de la brutalidad. Una embarazada acribillada junto a su hijo, un médico tiroteado en la cabeza, un representante agrario ultimado a la puerta de su casa, dos jóvenes baleados en pleno centro, tres cadáveres hallados junto al río San Juan, seis ejecutados por el extraño grupúsculo Sierra Unida Revolucionaria… Los días son oscuros en esta población de 130.000 habitantes y calles rectilíneas, donde, lejos del discurso oficial, el narcoterror impera y se suma al caos de un Estado en llamas.
En Guerrero, los grupos radicales, con ramificaciones en los movimientos guerrilleros del sur, mantienen a diario virulentas protestas, con cortes de carreteras, ataques a sedes oficiales y tomas de empresas (Coca-Cola ha dejado de distribuirse por los asaltos sufridos). El poder estatal, sumido en el descrédito tras años de corrupción, carece de capacidad para contener la marejada.
Y las fuerzas federales a duras penas mantienen el equilibrio. En esta horizonte convulso, el narco no deja de afilar su guadaña. Solo en Acapulco, la antigua perla del Pacífico mexicano, han muerto asesinadas 137 personas en tres meses. E Iguala, enclavada en el corazón de las rutas del narco, le sigue los pasos. El poder estatal carece de capacidad para contener la marejada y las fuerzas federales a duras penas mantienen el equilibrio
Detrás de la oleada de crímenes de estos últimos días aparece, en al menos seis casos, la mano de Los Rojos. Este sangriento cartel es el rival de Guerreros Unidos, la organización que, según la versión oficial, asesinó y quemó la noche del 26 al 27 de septiembre a los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa al confundirles precisamente con sus adversarios.
DesdeLaPlaza.com/El País/AMH