Antes de que una música discotequera invada las piscinas, mientras los cuidadores trasladan cubos con sardinas para preparar el espectáculo, las cabezas de tres orcas emergen emitiendo sus agudos chillidos para reclamar su parte. Resulta emocionante cómo esos animales se comunican, cómo esos gigantes blancos y negros muestran su inteligencia y también su conexión con otra especie, la nuestra. Las orcas siempre han despertado una enorme fascinación y prueba de ello son los millones de visitantes que reciben cada año los parques marítimos que las albergan. Sin embargo, estos acuarios, como el de Loro Parque en Tenerife donde transcurre la escena descrita, se enfrentan a una contestación creciente, que pone en cuestión la cautividad de estos animales, que pesan unas seis toneladas (los machos) y entre tres y cuatro (las hembras) y que en libertad recorren decenas de kilómetros al día.
Medio centenar de estos cetáceos permanecen en zoos y participan en espectáculos. Seis de ellos están en el Puerto de la Cruz, y otros seis en Antibes, en Francia, en el parque Marineland, que pertenece a la empresa española Parques Reunidos, los dos únicos lugares con orcas en la UE. Según la organización WDC (Whale and Dolphin Conservation), 46 orcas (35 de ellas nacidas en cautividad) son utilizadas en shows en Argentina, Canadá, Francia, España, EE UU y Japón. Esta ONG mantiene que China y Rusia albergan 11 orcas capturadas desde 2012.
Desde la Plaza/El País/AMH