Antes de probar nuestra sangre, los mosquitos nos olieron. Hace miles de años, estos insectos se sintieron atraídos por los químicos excretados por la piel humana. Fue la clave para que dejaran de lado al resto de animales y se centraran en las personas.
Un reciente estudio demostró que la sustancia determinante fue la sulcatona, que los mosquitos identifican con una fuente de alimento. El ingrediente da al olor humano un aroma irresistible que no tienen el resto de criaturas. Solo algunos siguen prefiriendo a otros mamíferos.
Los científicos de la Universidad de Rockefeller (en Estados Unidos) estudiaron dos especies con diferentes dietas. El ‘Aedes aegypti formosus’, aficionado a la sangre de personas y responsable de enfermedades con el dengue y la fiebre amarilla; y el ‘Aedes aegypti aegypti’, que prefiere a otros animales.
Después de cruzar ambas variantes y estudiar su ADN y gustos culinarios, han identificado un grupo de 14 genes fuertemente relacionados con el amor por los humanos.
En especial, un receptor de olor, denominado AaegOr4.
Desgraciadamente, no podemos deshacernos de ese perfume que nos hace tan atractivos para los mosquitos.
Desde la Plaza/EFE/AMH