Una de las cosas que más sorprenden de un centro de control de misiles ‘Minuteman’ es lo ‘viejuno’ que parece. Nada de pantallas de cristal líquido táctiles, o sutiles sistemas informáticos. Eso queda para los iPad. Con sus palancas, sus botones y sus teléfonos, estos 50 centros de lanzamientos enterrados a 30 metros de profundidad en las estepas del Norte de Estados Unidos, y cuyos equipos de dos personas no tienen ninguna posibilidad de salir vivos de ellos si hay una guerra atómica, parecen sacados de ‘Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú’, la sarcástica versión del Holocausto nuclear realizada por Stanley Kubrick en 1964.
De hecho, ni en sus delirios más extravagantes, el director de cine británico podría haber imaginado que un silo nuclear iba a convertirse en un hotel, otro en un bloque de apartamentos subterráneo (a prueba de guerra atómica, eso sí) y, finalmente, uno más, en Dakota del Sur, en un museo gestionado por el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, cuyos funcionarios, vestidos con el uniforme preceptivo –idéntico al del guardabosques del Oso Yogui–, enseñan las instalaciones a los turistas. ¿El eslogan del Museo? «Véase las caras con el Día del Juicio Final».
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Los ‘Minuteman’ son herederos directos de algo que hoy cumple 70 años: el lanzamiento de la primera bomba atómica con fines militares de la Historia. Nadie sabe cuántas personas murieron aquel día, aunque la cifra más aceptada es de 80.000. A ellas se suman entre 90.000 y 150.000 cuyos fallecimientos se atribuyen tanto a heridas como a la radiación en los doce meses siguientes. El horror de Hiroshima ha sido ampliamente utilizado para criticar a Estados Unidos. El propio Osama bin Laden usó repetidamente el ejemplo de Hiroshima y Nagasaki —que recibió una bomba atómica en la que murieron unas 60.000 personas inmediatamente y otras 90.000 en los meses posteriores– para referirse a la inmoralidad de su enemigo, Estados Unidos.
Las verdades de Hiroshima
La leyenda de Hiroshima oculta algunos hechos. Por ejemplo, en torno a la quinta parte de los muertos no fueron japoneses, sino esclavos coreanos importados por el Imperio del Sol naciente para trabajar en las industrias de defensa de la ciudad. Igualmente, el de Hiroshima no fue el bombardeo con más muertos de la Segunda Guerra Mundial.
Esa posición corresponde a Tokio, donde alrededor de 100.000 personas fallecieron en el bombardeo del 9 de marzo de 1945. En Hamburgo, hubo 50.000 muertos en una semana de bombardeos en julio de 1943. El deseo de Winston Churchill de castigar a Alemania le llevó a convencer a EEUU de que lanzara un bombardeo conjunto con la Fuerza Aérea británica el 13 de febrero de 1945, en el que murieron entre 18.000 y 25.000 civiles en la ciudad de Dresde.
La cantidad de bombardeos lanzados sobre poblaciones civiles en la Segunda Guerra Mundial es lo que explica, precisamente, que a Hiroshima le tocara la bomba atómica: la ciudad apenas había sido atacada, y Estados Unidos no sabía el alcance de una deflagración nuclear, porque solo había llevado a cabo una antes, en Alamogordo (Nuevo México), el 17 de julio. Los habitantes de Hiroshima fueron, literalmente, conejillos de indias de la era atómica.
DesdeLaPlaza.com/El Mundo.es/AMH