Si algún color predomina en el valle de Íntag, ese es el verde. A la exuberante vegetación que puebla las montañas de esta región del noroeste de Ecuador le acompaña el tétrico verde metálico que contamina algunos de sus ríos. La explotación minera en este valle, conocido en América Latina por el ejemplo de resistencia de sus habitantes contra la minería a gran escala, busca extraer el cobre que se esconde bajo las entrañas de la tierra. Situado en una de las áreas más biodiversas del planeta, Íntag es uno de los muchos conflictos mineros que salpican la geografía latinoamericana, una región que provee el 45% del cobre que se consume a nivel global.
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Isabel Anangonó, originaria de Íntag, denuncia que «nos tratan como terroristas por estar contra la minería, pero los terroristas son los que dividen a una sociedad que antes, hermanados, hemos vivido aquí». Esta enérgica mujer afroecuatoriana exclama que «el presidente siempre dice que nosotros los ecologistas no queremos desarrollo. Pero ¿desde cuándo ha habido aquí desarrollo? El desarrollo no es para el pueblo, sino para los ricos», indica en un acto organizado por el Día Mundial en contra de la Minería, el pasado 22 de julio.
En la Reserva Comunitaria de Junín, constituida por la población de Íntag para destacar el valor ecológico del valle y evitar la explotación minera, ya son visibles los efectos de las actividades de exploración del proyecto Llumiragua que desde 2014 lleva a cabo la Empresa Nacional Minera de Ecuador (ENAMI) en asociación con la chilena Corporación Nacional del Cobre (CODELCO). Aunque los trabajos se encuentran en la fase de exploración inicial, en los ríos y cascadas que nutren de agua a las comunidades se observan fácilmente los residuos generados por la minería. El agua que una vez fue cristalina, hoy tiene un tinte verde metálico que contamina lo que encuentra a su paso.
DesdeLaPlaza.com/El Diario.es/AMH