Hace unos meses, exactamente el primero de diciembre de 2015, 11 vidas creadoras fueron reconocidas con el máximo galardón del país: Premio Nacional de Cultura, en sus diferentes menciones.
Todos, respondían gentilmente las preguntas de los periodistas, sonreían ante el clic de los fotógrafos, susurraban a sus familiares que se sentían orgullosos y complacidos de estar allí.
La sala Doris Wells -reservada para las entrevistas- de la Casa del Artista, sin duda, estaba llena de experiencia, sabiduría, pasión desbordada y anécdotas por contar. Unos llegaron un poco antes de lo pautado. Otros justo a la hora.
Cada quien estaba en algo. De repente, un buenas tardes con voz fuerte, pero melodiosa se escuchó en la sala. Así, anunciaba su llegada el actor Carlos Márquez. Ese día lo conocí. Su estatura, porte y elegancia deslumbró a más de una, entre esas a mí, la edad no hacia mella, era muy atractivo y caballero.
Saludó a todos y tomó asiento. La primera en entrevistarlo fue una periodista del semanario Todasadentro, quien le pidió una presentación y él jocosamente le expresó “para que me voy a presentar si ya me conocen”.
Su hablar era pausado. Explicaba todo con detalle. Sus experiencias las narraba como si las hubiese vivido ayer. No tenía duda que había nacido actor. A los siete u ocho años de edad fue monaguillo rol que sin vacilar lo definió como un personaje.
Aunque la televisión le dio las bases económicas, el teatro era su pasión. Entre risas contó que incursionó en ésta “por conquistar la fama. Era un deseo propio de la juventud”.
Definió a la televisión como muy rápida y mecanizada mientras que el teatro es preparación, conversación de altura y se logra profundidad en todos los sentidos.
Con Juana Sujo -su primera esposa- aprendió que “el teatro es un mundo de lectura, respeto, profundización y no de borrachera o fiesta como se cree”.
Desde su óptica al teatro venezolano le hace falta “elevarse de las pequeñas cosas, alcanzar lo espiritual. También es necesario que las obras permanezcan en cartelera el mayor tiempo posible, darles continuidad. Debería ser un teatro que de lecciones y que despierte inquietudes, reflexiones”.
La entrevista con la colega culminó, pero antes apuntó que recibir este premio fue una grata y honrosa sorpresa. “Desde hace dos años que me postularon, pero la primera vez la petición llegó tarde y la segunda yo mismo pedí que la retiraran, pero se negaron. En esta tercera oportunidad fui elegido y me sorprendí mucho. Nunca trabajé pensando en esta premiación”.
Comenzó el homenaje a las 11 vidas prodigiosas. La voz de aquella ceremonia fue la periodista Marialcira Matute. Al momento de mencionar a Carlos Márquez se le notó conmovida y a él feliz de recibir el premio en la sala que lleva el mismo nombre de quien le había enseñado la luz del teatro: Juana Sujo.
De allí salió convencido de que quería volver al teatro. Por supuesto, con su monólogo Inolvidable, el cual representaba, según él, “su despedida porque allí lo entregaba todo”.
Carlos Márquez es, fue y será una gran referencia artística del país. Enseñó a muchos. Era feliz impartiendo lo aprendido. Siempre escuchaba radio, aseguró que con frecuencia la emisora Alba Ciudad.
Aunque no lo aparentaba, sufría de miedo escénico para desarrollar sus ideas en público. “No es lo mismo actuar que ser entrevistado en vivo”, le afirmó en una entrevista al periodista José Luis Silva, de Radio Nacional de Venezuela.
No se despidió con su monólogo. De los que estamos todas y todos seguros es que será inolvidable.
DesdeLaPlaza.com/Anny Coronado Reyes/Tomado del Semanario Todasadentro