El artista sin brújula y sin mapa. Imposturas y falsos andares del arte

Por: Oscar Sotillo

ARTE OSCAR SOTILLO. TALLER 2

Los artistas sueñan con un mundo mejor. Son como cualquier militante. Hay algo de insatisfacción siempre, de inconformismo. Esa es la savia que hace mover a los artistas. El mundo está incompleto, el mundo debe ser construido con cada impulso vital de quien lo habita. El artista sueña que lo construye y pone sus manos en la construcción. Esta escala de análisis, desde lejos se ve hermosa, ideal, limpia de toda basura semiótica, epistemológica y poética. Si metemos la lupa un poco más adentro llegamos a los talleres reales donde esta transformación sucede. No llevamos la lupa al corazón del artista, ni a sus efervescencias internas, sino justo allí todo se toca con lo de afuera, con la comunidad, con lo social, con lo político.

El artista sueña con hacer su trabajo, sea lo que sea que esto signifique para él. Hay algo por hacer, algo que nace en los huesos, en el capricho, en una inconformidad originaria, y no por eso deja de significar mucho más para mucha más gente. Este es justamente uno de los mecanismos que los artistas usan (o acaso deberían). Hacer de algo absolutamente personal un código relativamente social. Este accionar demuestra por sí mismo que no hay nada en el arte que no sea político, ya que todos los ingrediente de ese impulso originario están determinados por las relaciones sociales. El idioma, el enfoque ético y estético, la pertinencia material y simbólica de la  manifestación que nace viene ya esencialmente compuesta de convenciones, de acuerdos sociales a veces imperceptibles pero reales y determinantes. No hay artistas ingenuos ni naif, ni cándidos a la orilla del camino. El solo hecho de codificar algo como arte es un hecho profundamente político y social. A tal punto que la manifestación más “ideologizante” es aquella que reza que mi arte está más allá de la política. Esta aseveración (no pocas veces oída) es grotescamente política y ridículamente falsa. Acaso sería aquí donde cabe la palabra ingenua.

ARTE OSCAR SOTILLO. TALLER 3

El capitalismo más alienante hizo decir a las personas que no le importaba nada más que su propio bienestar. Esto sí que es el extreme de la idiotez. La personas que afirman tal barbaridad pierden de vista que todo mecanismo y recurso que los hace subsistir en la ciudad, en el país y sobre la tierra está intervenido por otras fuerzas de trabajo, por otra voluntades más allá de las de ellos mismos. Sin embargo percibe un mapa alienado donde no aparece sino su sola voluntad y sus anhelos. Los artistas y creadores que se orientan sobre esta idea terminan siendo tontos útiles de las fuerzas de dominación que trazan las coordenadas de las relaciones capitalistas y alienadas. El arte es la alquimia maravillosa de transformar algo que nace de lo más profundo y personal del artista en un código de intercambio social. Lo demás son caprichos y pataletas de los que no se impregnan de la calle y ven a su entorno como desde una vidriera. Ahí dejamos otro tema para el debate.